Los
eucaliptos son muy comunes en el paisaje interandino
del Ecuador. Ordenados plantíos ocupan
pequeñas, medianas y grandes extensiones
en valles y laderas, o decoran caminos, bordes
de propiedades, jardines, quebradas... Algunos
solitarios, por erguidos e imponentes, parecen
los verdaderos padres de todos los árboles;
recuerdo que un día abrazamos el tronco
de uno entre ocho personas y no conseguimos
rodearlo...
Tan comunes son los eucaliptos en la Sierra
que se piensa que son árboles nativos;
así de integrados están. Y por
eso difícilmente se cree que fue hace
menos de 150 años cuando las raíces
de estas plantas tuvieron su primer encuentro
con tierra ecuatoriana. En efecto, las dos
primeras cajas de semillas de estos ya familiares
árboles aromáticos, de corteza
endeble y madera dura, tras salir de Australia
y hacer una escala en Europa, llegaron a los
Andes equinocciales para ser entregados, a
mediados del siglo XIX, a nuestro mismísimo
presidente, Gabriel García Moreno.
Pero ¿por qué los recibió?,
¿fue acertado hacerlo?, ¿qué
nos heredaron? Para contestar estas preguntas,
revisemos un poco de historia:
Emulación y progreso
Desde tiempos coloniales, el paisaje de la
Sierra había cambiado mucho. En el
valle de Machachi, pocas décadas después
de la fundación española de
Quito, los bosques prácticamente habían
desaparecido. Los investigadores han determinado
que esta fotografía, de autor anónimo,
fue tomada entre 1919 y 1939 en los alrededores
de la ciudad de Cuenca. Se observa una familia
que posa en medio de un camino bordeado por
eucaliptos jóvenes.
La situación era dramática en
sitios donde la aridez ya corroía la
tierra. Para el siglo XIX era imperante encontrar
una solución al problema de la reposición
de la materia vegetal en el callejón
interandino o la crisis energética
y de materiales para la construcción
podría ser fatal. La gente presionaba
los remanentes boscosos cercanos, cada vez
más escasos, y también los bosques
de frontera, cada vez más lejanos.
Como solución. Gabriel García
Moreno aceptó introducir especies exóticas
forestales recomendadas por científicos
de las metrópolis europeas. Y así,
en mayo de 1865, la Sociedad de Aclimatación
de París le remitió “dos
grandes cajones con abundantes y variadas
semillas de eucalipto”. Nicolás
Martínez abrió los cajones por
encargo del Presidente e inició la
siembra. Al respecto contó que “Sea
por falta de prolijidad en el empaque, o por
el largo tiempo que tardaron en llegar los
cajones a causa del invierno o, en fin por
falta de cuidado en las almácigas,
pocas fueron las semillas que germinaron,
y entre ellas pude conseguir que nacieran
dos plantas de eucalipto gigantesco y una
de eucalipto longifolia.”
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el artículo completo en la edición
No 37 de ECUADOR
TERRA INCOGNITA |
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