La
cultura popular de todas las naciones recoge
historias sobre muchos animales de diferente
forma y tamaño, No obstante, a primera
vista podríamos suponer que los anfibios
están muy lejos de los pensamientos
del ecuatoriano común. Por ejemplo,
la mayor parte de la población urbana
considera que los sapos son gente muy viva
y poco escrupulosa, o también que algunas
ranas se crían para comer. Otros menos
numerosos, pero más informados, recordarán
quizá que de alguna ranita ecuatoriana
se obtuvo una medicina (de hecho un analgésico)
y que el país no ganó ningún
tipo de regalías.
Recuerdo
a los famosos jambatos (Atelopus ignescens).
En los años setenta del siglo pasado
este sapito era todavía bastante común.
Cuando comenzaron a escasear, durante los
ochenta la gente opinaba que desaparecieron
por la visita del Papa o por el terremoto
de 1987. Por otro lado, en ciertos lugares
de la Sierra, los campesinos creen que los
jambatos no han desaparecido, sino que se
han convertido en lagunas.
Y
es que estos sapitos andinos tenían
su lugar en nuestras vidas. En la provincia
de Imbabura, por ejemplo, matar un jambato
era pecado. Y por algo sería. Se los
usaba para curar samas y verrugas, y mi abuelita
solía enviar a mi abuelito con la misión
de atrapar jambatos vivos, que luego se ponía
en la frente para aliviar las jaquecas. Pero
ya no se los ve más y la gente joven
ni siquiera los recuerda.
En
el campo, los anfibios conservan su importancia.
Se conocen al menos 22 nombres comunes utilizados
por los ecuatorianos para los renacuajos de
ranitas y sapos: no menos de 3 en la Costa,
6 en el Oriente y 13 en la Sierra.
Esta
diversidad de nombres refleja tanto la variedad
biológica del país, como la
importancia que todavía tienen las
ranas en sus diferentes fases de vida y para
distintos fines: en algunos lugares de las
estribaciones orientales las ranitas kaylas
(Telmatobius sp.) eran usadas como
alimento de ganado, y quizá lo seguirían
siendo si no se hubieran vuelto tan raras.
De
cualquier manera, en nuestros cada vez más
reducidos bosques aún se busca a muchas
de las cuatrocientas y pico especies de ranitas
para obtener de ellas medicinas o alimento,
como se hiciera en el pasado lejano.
La
visión ancestral
Los
shuar enseñan una de las mejores analogías
sobre el mundo que yo haya escuchado. Para
ellos, el mundo es una isla rodeada de cielo.
En esta isla vivimos los seres humanos, sufriendo
ocasionalmente debido a las malas acciones
de nuestros antepasados que no subieron al
cielo. Estos antiguos pecadores fueron castigados
perdiendo su naturaleza humana y son el origen
de muchas plantas y animales desagradables.
Por
otro lado, los shuar son cazadores y, por
ello, sus percepciones de los animales son
muy diferentes a las de pueblos pastores y
agricultores, que son a las que estamos acostumbrados.
Por ejemplo, ellos no utilizan animales para
transporte o carga, de modo que no admiran
su fuerza. Para los shuar, los animales de
la selva son fuente de alimento, medicinas
o diversión; en otras palabras, adversarios
ante los cuales medir su fuerza y astucia.
Así, clasifican a los anfibios en sapos
—que no se comen— y ranas que
se comen o tienen algún uso, aunque
sea el de ser cazadas con bodoqueras por los
niños.
Lee
el artículo completo en la edición
No 33 de ECUADOR
TERRA INCOGNITA |
|