La Calera es una población que recibe
a personas de todas las regiones del Ecuador
necesitadas de una curación o “limpia”
para sus enfermedades. Y es que, según
se ha difundido, en este pequeño asentamiento
viven varias personas que se dedican a la
práctica del shamanismo.
Por las descuidadas calles de tierra de La
Calera –ubicada en las afueras de Cotacachi,
provincia de Imbabura– circulan transeúntes
(la mayoría indígenas) que informarán
gustosos sobre la ubicación de la casa
de algún hombre o mujer que sepa curar
las dolencias producidas por el mal de ojo
–causado por envidia o por brujería–
y otros quebrantos físicos ligados
a lo sobrenatural y a lo espiritual. Es muy
probable que los informantes, además
de guiar al afuereño, le digan que,
en tal o cual casa, vive un shamán.
Así llegamos hasta el domicilio de
Alfonso Maigua, uno de los shamanes más
reconocidos de su comunidad y de la provincia.
Quienes lo visitan serán invitados
a pasar a la sala y tomar asiento alrededor
de una mesa en cuyo centro descansa una vieja
herradura sobre un mortero.
De todos lo elementos de la sala de su modesta
vivienda, dos salían de lo común:
un pequeño espejo pentangular ubicado
cerca del tumbado para ahuyentar a los malos
espíritus y una imagen del Niño
Jesús que, según don Alfonso,
fue tallada por Caspicara y que ha permanecido
en poder de su familia por varias generaciones.
¿Quién le enseñó
las artes shamánicas?
Mi padre. También aprendí algo
de mi madre. Ambos pertenecen a familias dedicadas
al shamanismo. Desde muy niño vi cómo
mi papá curaba a sus pacientes y trabajaba
como su ayudante; él me explicaba todo,
hasta que un momento dado, en mi juventud,
ya me puse a atender mis propios pacientes.
Igual había sido el camino de mi padre:
su padre también curaba y también
le enseñó sus conocimientos.
¿Usted trata cualquier tipo
de enfermedad?
No. Hay enfermedades que deben ser curadas
por un médico. Por ejemplo una apendicitis.
Y también hay otras, como el mal de
ojo, que solo pueden ser curadas por un shamán
(o brujo, que es lo mismo). Cuando alguien
tiene una enfermedad de estas últimas
y va donde el médico mishu (el médico
blanco o mestizo) empeora más rápido.
Una persona debe probar con ambas formas de
curarse.
¿Cómo son sus curaciones?
Cuando una persona está enferma, su
energía está desequilibrada;
está afectada por malas energías.
Yo le vuelvo a equilibrar. Para eso siempre
empiezo mis curaciones pidiéndoles
que se bañen en una cascada. El agua
de la cascada les quita parte de las malas
energías. Luego les traigo hasta mi
casa y aquí invoco a espíritus
para que terminen de equilibrar la energía
del paciente. Para esto utilizo mis instrumentos:
amuletos o sustancias.
¿A qué espíritus
invoca?
A varios: a los de nuestros dioses, como las
Montañas (el Imbabura, la Cotacachi...).
Les hago oraciones y la energía del
paciente –y la mía– se
van despertando y poniéndose listas
para la curación.
¿Sus antepasados también
invocaban a las montañas?
Sé que mi abuelo era católico
y rezaba a Dios y a la Virgen para que sus
pacientes se curen. Mi padre aprendió
a hacer eso mismo, y le resultaba. Pero a
la vejez se dio cuenta de que utilizando las
mismas oraciones, pero cambiando el nombre
de Dios por el de las Montañas los
enfermos también se curaban. Él
hacía eso, pero igual se consideraba
católico e iba a misa.
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el artículo completo en la edición
No 32 de ECUADOR
TERRA INCOGNITA |
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