N° 32 Noviembre - diciembre de 2004
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Texto Tjitte de Vries
Foto Jonathan Green / Archivo Criollo

El gavilán de Galápagos

El gavilán de Galápagos (Buteo galapagoensis) es la única ave rapaz diurna endémica del archipiélago. Se alimenta de lagartijas de lava y roedores, pero también pueden alimentarse de carroña de mamíferos.

Los depredadores desempeñan un papel importante en el equilibrio de la naturaleza. Pero las presas también. El estudio del gavilán de Galápagos así lo ha demostrado.

El balance entre presa y depredador muchas veces pasa desapercibido, más bien nos impresiona cuando se ha roto, por ejemplo cuando hay una plaga en las papas (la larva de un lepidóptero comiendo el tubérculo), o la plaga de ratas en los basureros; en ambos casos falta el depredador, y envenenar a la población desmesurada parece la única vía para controlarla.

En la naturaleza también se producen plagas cuando los desastres naturales (erupciones volcánicas, derrumbes, desbordes de ríos) han roto el equilibrio. La restauración se inicia con plantas pioneras que cubren la tierra desnuda; entonces unas pocas especies de estas plantas pueblan toda el área: se puede hablar allí de una plaga de pioneras.

Pero esta situación no dura mucho, enseguida los insectos defoliadores las empiezan a devorar; así disminuye su población y se abren espacios para nuevas especies vegetales. De esta manera, el territorio vuelve a gozar de una gran variedad de plantas y, en consecuencia, de una gran variedad de animales.

La pregunta es la siguiente: ¿el equilibrio existe siempre porque el depredador controla a la presa, o es que la presa también controla al depredador? Con el caso del gavilán de Galápagos, el único rapaz diurno de ese archipiélago, podemos ensayar una respuesta:

El gavilán de Galápagos vive en nueve islas (Pinta, Marchena, Fernandina, Isabela, Santiago, Santa Cruz, Pinzón, Santa Fe, Española) con una población total de 400 a 500 aves adultas reproductoras y 300 a 400 aves juveniles y no reproductoras.

Las zonas bajas de las islas están ocupadas por la población reproductivamente activa de gavilanes; es decir, los adultos que pueden y tienen con quien copular. Por supuesto, allí también habitan los recién nacidos, desde que rompen el cascarón hasta que, al llegar a convertirse en gavilanes jóvenes, son expulsados.
Estos desterrados jovenzuelos suben entonces a las zonas altas, donde está la población no reproductiva de gavilanes, conformada por adultos que no han conseguido un espacio en las zonas bajas (y que lo intentan permanentemente) y por gavilanes jóvenes (machos y hembras) en espera de alcanzar la edad adulta.

Sobrevivir sin reproducirse no contribuye a la diversidad génica de la población. Por esto, todos los habitantes de las zonas altas pugnan por ser aceptados en la comunidad de las zonas bajas.
Los gavilanes jóvenes de ambos sexos tendrán que esperar a ser fértiles para intentar conseguir un lugar en las zonas bajas. Ese lugar es un pequeño territorio en donde una hembra junto a uno o más machos (que en algunos casos llegan a ser ocho) puedan vivir y reproducirse.

La competencia será muy dura para los machos, porque hay mayor número de éstos que de hembras; Y aunque éstas practican la poliandria –es decir, que mantienen a más de un macho como compañero permanente (es decir, que no copula con otras hembras)–, hay tantos jóvenes en espera y tantos adultos “solterones” o “viudos” interesados en reproducirse, que conseguir la aceptación de una hembra se torna un verdadero reto.

Por esto, en las zonas altas hay más machos adultos que hembras; estas últimas tienen más oportunidades de conseguir un espacio en las zonas bajas. La siguiente estadística lo demuestra: entre los gavilanes jóvenes, en las zonas altas hay casi igual número de machos que de hembras; en los adultos, el número de machos frente al de hembras es de cinco a uno.

Lee el artículo completo en la edición No 32 de ECUADOR TERRA INCOGNITA

 


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