Hombre delgado, de baja estatura y fácil
sonrisa, César Tapia, don César
como lo llaman sus amigos, se emociona cuando
habla de los bosques nublados que rodean su
casa. Don César vive en una linda finca
algo apartada del camino que une la población
de Unión del Toachi –en la carretera
Quito-Santo Domingo– con San Francisco
de las Pampas, un pequeño poblado de
campesinos agricultores localizado aproximadamente
a 40 kilómetros de Unión del
Toachi.
La zona está habitada por campesinos
mestizos diestros en la laboriosa preparación
de la panela y en la cría de ganado
lechero. Por esto, como el propio don César
confiesa, hasta hace poco más de 10
años se dedicaba casi exclusivamente
a esas mismas actividades. Fue entonces cuando
conoció al “Hermanito”,
como llaman cariñosamente los Tapia
al doctor Giovanni Onore, profesor italiano
de la Universidad Católica de Quito
que tiene la curiosa costumbre de conducir
su jeep por los caminos vecinales del país,
visitando bosques y poblaciones campesinas
en busca de insectos para sus investigaciones
científicas.
El Hermanito fue quien despertó en
don César la pasión por los
bosques nublados, su flora y su fauna. Pasión
que ahora lo ha convertido en un vasto conocedor
de esta zona llena de vida. Don César,
su esposa Carmen, dos de sus hijos más
jóvenes (Elisio e Ítalo) y Onore
protegen y llevan a cabo tareas de conservación
–como reforestación con árboles
nativos, investigación científica
y compra de bosques, por ejemplo– en
una reserva privada, el Bosque de Otonga,
que guarda alrededor de 1 000 hectáreas
de bosques nublados y subtropicales. Esta
reserva, adquirida por la Fundación
Otonga, es manejada por la familia Tapia,
y es don César quien se encarga de
cuidarla y de guiar a quienes la visitan.
Si bien cuidar la reserva le ha representado
más de una dificultad financiera por
no tener un ingreso fijo al mes, a don César
le gusta hacerlo y no pone mayores reparos
al tener que ajustar su economía con
la poca panela que alcanza a producir en sus
“ratos libres” y las platitas
que se gana por llevar visitantes a la Reserva
Otonga.
Don César es un gran conversador. Escucharlo
junto al fogón al final de la jornada
es siempre muy agradable. Sus interminables
historias, sus innumerables encuentros con
los animales del bosque y todo su conocimiento
sobre plantas y animales del lugar lo convierten
en un personaje sin igual, en alguien que
siempre tiene algo interesante que contar.
Algunas
de sus historias
Cuando
visito la reserva Otonga, además de
explorar el bosque y observar sus aves, disfruto
mucho de sentarme junto al fogón donde
se cocina la merienda o se prepara una tradicional
agüita de hierba luisa, y conversar con
don César. La calidez de sus historias
las hace casi palpables, como si a través
de sus relatos pudiera ver lo que él
vio, descubrió o aprendió en
el monte. Descripciones como estas, ya no
son comunes en nuestros días.
“...Hay que conocer dónde se
puede encontrar a los animales, no es cuestión
de encontrarles nomás por ahí”
–sostiene don César–; “por
ejemplo los cerambícidos, de los grandes,
solo comen del higuerón cuando la hoja
se pone negrita...A los bréntidos,
en cambio, se les encuentra al hacer una pila
de tablas, así, cortando un sangre
de drago, ahí asoman los bréntidos
por cientos...Si fuera un estudiante que vaya
a hacer su tesis, estudiaría los bréntidos;
me gustan mucho, me gusta como el final de
su trompita les termina en forma de cruz...”
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No 31 de ECUADOR
TERRA INCOGNITA |
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