N° 31 Septiembre - octubre de 2004
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Texto Karina Paredes
Foto Alexander Hirtz

Las hadas del bosque

Trichoceros platyceros habita en Azuay y Loja, desde los 2000 a 3000 msnm. Como mecanismo de polinización, induce a ciertos insectos a la pseudo copulación.

La pasión de un enamorado, la sofisticación de una persona, la exquisitez de un florista, la habilidad de un jardinero, la belleza de un paraje, el buen gusto de un artista, todo esto puede relacionarse con la presencia de la reina de las flores: la orquídea. Pocos son los grupos botánicos que han llamado tanto la atención de fotógrafos y amantes de la ostentación y la complejidad como estas codiciadas monocotiledóneas.

El Ecuador, como para no perder la costumbre, también es pródigo en este recurso. De hecho la familia más numerosa –pero al mismo tiempo poco conocida– de nuestra flora es la Orchidaceae (la familia de las orquídeas), con representantes en casi todos los pisos geográficos y regiones del país. Sus hábitos, formas y tamaños son variados, aunque siempre interesantes, pues la evolución se ha recreado en este grupo permitiendo la puesta en escena de complicadas estrategias reproductivas.

Las estructuras florales se han modificado de maneras muy diversas, como en el caso del género Dracula, cuyos sépalos alargados de intenso color vino semejan los colmillos del monstruo que aterrorizó más de un sueño, o como en Sobralia, cuya delicada fragancia, color y forma de la flor recuerdan a las lilas con las que dulces doncellas adornan su pecho, o como con Pleurothallis, que insólitamente exhibe racimos de colores chillones que parten del medio de la hoja, o como… podríamos pasar horas y horas mencionando la excentricidad que la naturaleza derrochó en las orquídeas.

La belleza ¡tiene su precio!

Excentricidades y hermosura han hecho de las orquídeas las flores más cotizadas en los mercados mundiales. Los elevados precios que pueden alcanzar (setenta dólares es el costo de comercialización para dos especies ecuatorianas cultivadas por la empresa Ecuagenera: Phragmipedium fisheri y Cyrtopodium longibulbosum) se deben, en parte, a lo difícil de su germinación y cultivo, al largo tiempo que toma su producción, a las medidas de precaución que hay que tomar para su transporte y mantenimiento, pero en ciertos lamentables casos a las muchas dificultades que tuvo que pasar el “pobre” traficante al extraerla de enmarañadas selvas o peligrosas pendientes y ofrecerla en el mercado negro.

Pero a criterio de Francisco Tobar, joven botánico, aunque el tráfico de especies sí es importante, la principal amenaza que deben enfrentar las orquídeas ecuatorianas es la destrucción de su hábitat. Cuando se tala un bosque, junto a los añejos árboles caen innumerables plantas que se desarrollan sobre sus ramas (las epífitas, grupo en el que, además de las orquídeas, también se incluye a las bromelias o huaycundos, algunos helechos, y representantes de las familias Araceae, Piperaceae, entre otras) y animales asociados a éstas. Las plantas que se logran salvar enfrentan la dificultad de propagarse en espacios abiertos y condiciones ambientales alteradas. Es así como hemos perdido varias especies que ni siquiera eran conocidas por la ciencia.

Lee el artículo completo en la edición No 31 de ECUADOR TERRA INCOGNITA

 


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