La pasión de un enamorado, la sofisticación
de una persona, la exquisitez de un florista,
la habilidad de un jardinero, la belleza de
un paraje, el buen gusto de un artista, todo
esto puede relacionarse con la presencia de
la reina de las flores: la orquídea.
Pocos son los grupos botánicos que
han llamado tanto la atención de fotógrafos
y amantes de la ostentación y la complejidad
como estas codiciadas monocotiledóneas.
El Ecuador, como para no perder la costumbre,
también es pródigo en este recurso.
De hecho la familia más numerosa –pero
al mismo tiempo poco conocida– de nuestra
flora es la Orchidaceae (la familia de las
orquídeas), con representantes en casi
todos los pisos geográficos y regiones
del país. Sus hábitos, formas
y tamaños son variados, aunque siempre
interesantes, pues la evolución se
ha recreado en este grupo permitiendo la puesta
en escena de complicadas estrategias reproductivas.
Las estructuras florales se han modificado
de maneras muy diversas, como en el caso del
género Dracula, cuyos sépalos
alargados de intenso color vino semejan los
colmillos del monstruo que aterrorizó
más de un sueño, o como en Sobralia,
cuya delicada fragancia, color y forma de
la flor recuerdan a las lilas con las que
dulces doncellas adornan su pecho, o como
con Pleurothallis, que insólitamente
exhibe racimos de colores chillones que parten
del medio de la hoja, o como… podríamos
pasar horas y horas mencionando la excentricidad
que la naturaleza derrochó en las orquídeas.
La belleza ¡tiene su precio!
Excentricidades
y hermosura han hecho de las orquídeas
las flores más cotizadas en los mercados
mundiales. Los elevados precios que pueden
alcanzar (setenta dólares es el costo
de comercialización para dos especies
ecuatorianas cultivadas por la empresa Ecuagenera:
Phragmipedium fisheri y Cyrtopodium
longibulbosum) se deben, en parte, a
lo difícil de su germinación
y cultivo, al largo tiempo que toma su producción,
a las medidas de precaución que hay
que tomar para su transporte y mantenimiento,
pero en ciertos lamentables casos a las muchas
dificultades que tuvo que pasar el “pobre”
traficante al extraerla de enmarañadas
selvas o peligrosas pendientes y ofrecerla
en el mercado negro.
Pero a criterio de Francisco Tobar, joven
botánico, aunque el tráfico
de especies sí es importante, la principal
amenaza que deben enfrentar las orquídeas
ecuatorianas es la destrucción de su
hábitat. Cuando se tala un bosque,
junto a los añejos árboles caen
innumerables plantas que se desarrollan sobre
sus ramas (las epífitas, grupo en el
que, además de las orquídeas,
también se incluye a las bromelias
o huaycundos, algunos helechos, y representantes
de las familias Araceae, Piperaceae, entre
otras) y animales asociados a éstas.
Las plantas que se logran salvar enfrentan
la dificultad de propagarse en espacios abiertos
y condiciones ambientales alteradas. Es así
como hemos perdido varias especies que ni
siquiera eran conocidas por la ciencia.
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el artículo completo en la edición
No 31 de ECUADOR
TERRA INCOGNITA |
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