Las
disputas internas entre los Huaorani, que se
habían agudizado durante los años
cuarenta y cincuenta, en los sesenta hicieron
inevitable su división. El guerrero huaorani
Babe, primo de Taga, recuerda
así la división del gran clan:
“Kimontare era hermano de mi
papá. Cuando murió mi padre, Kimontare
cogió el mando. Fue todavía más
cruel que Nihua. Aumentaron las peleas
en la familia. Por la pena de la muerte de su
papá, Dabo mató a Buganei,
la preferida de las mujeres de Nihua,
con cinco lanzas. También mató
a Kimontare. Por eso su familia, liderada
por su hijo mayor Taga, abandonó
la región. Name y muchos otros,
hasta unos quince, estaban con él; los
Tagaeri corrieron hacia abajo, nosotros fuimos
hacia arriba.
Miguel Ángel Cabodevilla, misionero capuchino,
nos explica que cuando muere alguien joven dentro
del grupo huaorani, esto provoca una reacción
terrible en varios sentidos. Primero, si es
que el muerto es jefe de un clan, hay una pelea
por la dirección del mismo; segundo,
porque para los huaorarni la venganza es ineludible,
la muerte ocasiona una cadena ininterrumpida
de agresiones”. Así es como la
muerte de Kimontare, jefe guerrero
huaorani y padre de Taga originó
la ruptura. La venganza de los Tagaeri y la
rivalidad con el gruoo de Babe continúan
hasta hoy.
El petróleo
Mientras las etnias disputaban territorios y
poder, tratando de reconstruir sus espacios
geográficos y sus culturas, se produjo
el hallazgo petrolero en zona de caza huaorani,
lo que puso a este pueblo en medio de encontrados
intereses económicos, militares, antropológicos,
turísticos y religiosos.
La
apertura de trochas y caminos poco a poco fue
demarcando límites de facto entre un
supuesto territorio de blancos y uno de indios.
Las actividades de los misioneros en la zona
y la expansión de la nación quichua
por todo lo ancho de la Amazonía se convirtieron
en la avanzada de la incursión en territorio
huaorani.
Desde
comienzos de los años ochenta se inició
la fase de explotación de petróleo.
Los diferentes gobiernos permitieron el uso
de tecnologías contaminantes no adecuadas
para la fragilidad de la zona y la construcción
de carreteras que facilitaron la colonización.
Además, las políticas referentes
a las comunidades indígenas fueron delegadas
a las empresas foráneas interesadas.
Las nefastas consecuencias no se hicieron esperar:
la desaparición de los Tetetes bajo el
más absurdo y cómplice silencio
es una de las páginas más vergonzosas
de la historia de la Amazonía. Pueblos
y culturas se transformaron o desaparecieron
tan vertiginosamente como salía el petróleo
y las políticas para precautelar la vida
y la cultura fueron tan escasas como inadecuadas.
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