N° 29 Mayo - junio de 2004
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Texto Ana Estrella
Ilustración de José Cardero

Malaspina en la Real Audiencia de Quito

Un oso hormiguero o melero (Tamandua mexicana), ilustrado por José Cardero durante la estancia de la Expedición Malaspina en Guayaquil.


La Atrevida y la Descubierta no son los apodos de dos chicas extrovertidas; así fueron bautizadas las naves que surcaron los océanos llevando a un grupo de expedicionarios ilustrados en su viaje alrededor del mundo. Los navegantes eran científicos, investigadores, marineros, sin duda muy valientes y algo locos, ávidos por estudiar todo lo que, a su paso, podía ser olido, palpado o visto.

Ubiquemos a estos marinos en el tiempo y el espacio: corría el año 1789 cuando, bajo el mando de Alejandro Malaspina, nuestras ya conocidas Atrevida y Descubierta, zarparon del puerto de Cádiz, en el sur de España. Malaspina era un italiano de familia noble y grandes dotes de marino. Su prestigio como navegante y su refinada educación humanista le llevaron a concebir una expedición sorprendente: un viaje de carácter científico a través del Imperio Español. Recordemos que España tenía, en ese entonces, un territorio tan extenso que se podía recorrer el mundo sin dejar sus dominios.

Junto a Malaspina, capitán de la Descubierta, dirigía la expedición José de Bustamante Guerra, un almirante español nacido en Cantabria, que capitaneaba la Atrevida. Las dos corbetas eran iguales, pesaban 360 toneladas y llevaban 102 hombres dispuestos casi literalmente a “comerse el Mundo”.

Fue un proyecto excepcional que se propuso estudiar minuciosamente cada milla del Imperio. Se harían mapas, cartas de navegación, investigaciones botánicas, zoológicas, geológicas, químicas, astronómicas e incluso (y eso traería al final muchos problemas a Malaspina) observaciones de carácter social, militar y político.

Carlos III, a quien sucedió su hijo Carlos IV, aprobó la expedición poco antes de morir. No pensemos, inocentemente, que el único fin de tan ambiciosa hazaña era el mero gusto por conocer. El conocimiento es poder y, teniendo en cuenta la extensión de las colonias españolas, a la Monarquía le convenía estudiar a fondo sus dominios para poder reordenarlos y, de esa manera, mantenerlos controlados.

Cinco años de travesía 62 meses duró la expedición; meses de sol, lluvia, frío extremo y clima tropical; cinco años por tierras y mares del Mundo. Empezando por Montevideo, Malaspina y sus hombres investigaron el Estuario de Río de la Plata, la Patagonia, las Malvinas; dejaron atrás el Atlántico y pasaron Cabo de Hornos para adentrarse en el Pacífico, subieron por la costa chilena. La Atrevida se dirigió al puerto de Valparaíso y la Descubierta a la isla Juan Fernández. Las dos naves se encontraron y su tripulación prosiguió el viaje a Santiago de Chile.

Más tarde se detuvieron en Callao, en Guayaquil y Panamá. Dejaron atrás Sudamérica y navegaron por las costas de México, Acapulco y California. Remontaron hasta Alaska, querían encontrar el paso que supuestamente unía los océanos Pacífico y Atlántico, pero no lo hallaron.

Cartografiaron la zona y volvieron hacia el sur, a Monterrey, en California. Después, su travesía los llevó hasta Manila, la isla Guam y Oceanía. La Descubierta recorrió la costa oeste de la Isla de Luzón, y la Atrevida hizo una escala en Puerto Tapia; se reencontraron nuevamente en Manila y recorrieron Australia y Nueva Zelanda.

Lee el artículo completo en la edición No 29 de ECUADOR TERRA INCOGNITA

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CONTENIDO REVISTA 29