Las estadísticas afirman que cada año
alrededor de once millones de hectáreas
de bosque tropical maduro se convierten en
pastizales y sembríos.
Ecuador, el país con mayor diversidad
biológica del mundo, reporta que entre
1981 y 1990 unas 238 000 ha de bosque primarios
fueron taladas por año. Pese a que
las cifras son escalofriantes, la naturaleza
es generosa y, aunque lentamente, se autoregenera.
Los claros de bosque, o “heridas”,
son provocados principalmente por la presencia
destructiva del ser humano, pero también
por causas naturales: vientos fuertes o rayos.
El proceso de restauración compete
a ambos: naturaleza y humanos, y, pese a que
lo destruido sigue siendo mucho más
que lo restaurado, tanto el hombre como la
naturaleza siguen en acción.
Los claros se caracterizan por tener una variación
alta de temperatura durante el día,
que disminuye la humedad en el suelo.
Cuando se forma un claro en el bosque, el
suelo puede enriquecerse con la cantidad de
materia orgánica que se descompone
y, a su vez, ciertas zonas pueden quedar completamente
descubiertas por la remoción de esa
materia.
Las heridas pueden variar de acuerdo al tamaño,
la edad y la posición en el bosque,
lo que finalmente genera condiciones particulares
en cada una de ellas.
Al parecer, los claros resultan poco hospitalarios
para las plantas propias del bosque maduro.
Por esta razón, únicamente las
plantas conocidas como pioneras o colonizadoras
pueden establecerse en estos sitios. Entre
las más conocidas se encuentran las
colcas, los álamos de río, las
balsas, los peines de mono, los maticos de
monte, los guarumos, entre otras.
Las plantas pioneras o colonizadoras son resistentes
a la alta luminosidad de los hábitat
de los claros de bosque y sus semillas germinan
porque la luz filtrada es la adecuada para
este proceso. Sus altas tasas fotosintéticas
(proceso natural por el cual las plantas fijan
el dióxido de carbono y forman el oxígeno)
y de crecimiento les facilita un desarrollo
veloz, en cortos períodos de tiempo.
Por lo tanto, generan condiciones como la
sombra, que permite a las especies que conforman
el bosque maduro reintegrarse a la zona del
daño.
Pero también contribuyen con materia
orgánica para el suelo, ya que sus
hojas viejas y tallos caen, se descomponen
y nutren el sustrato.
Las investigaciones revelan que algunas plantas
se establecen con mayor facilidad o preferencia
en ciertas zonas. Así, se conoce que
algunas especies de guarumos se desarrollan
preferentemente en zonas donde existe mayor
cantidad de materia orgánica en descomposición.
Por otro lado, en cuanto a las características
de la luz, algunas especies como la uva de
monte y los guarumos prefieren los sitios
con menor iluminación, mientras que
otras prefieren las zonas con más luz.
Afortunadamente, las plantas pioneras producen
grandes cantidades de semillas. Por ejemplo,
el guarumo produce aproximadamente 11 200
semillas por infrutescencia (frutos saliendo
del mismo punto), y cada árbol puede
producir alrededor de 80 frutos por período.
La ventaja adaptativa que tienen las pioneras
-entre ellas los guarumos- al haber desarrollado
gran cantidad de semillas es que son fácilmente
dispersables, en su mayoría por animales
como murciélagos y aves.
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el artículo completo en la edición
No 28
de ECUADOR TERRA
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