N° 28 Marzo - abril de 2004
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Texto Pablo Guerrero
Ilustración Joaquín Pinto, 1900

La tristeza o el estigma de la música ecuatoriana

De acuerdo a los historiadores, la música indígena americana, era considerada como l´{ugubre, triste e infernal; en definitiva como música de seres inferiores.


Las primeras menciones sobre la tristeza de la música indígena americana se deben a los cronistas europeos de los siglos XVI-XVII. Ella les parecía, según sus apuntes documentales, lúgubre, triste e infernal.

Después el turno fue para los viajeros del siglo XIX: científicos, aventureros, diplomáticos y comerciantes que dejaron testimonios de sus observaciones en torno a las sociedades americanas y, en algunos párrafos, a su música. Aquellos que pasaron por el territorio ecuatoriano, con los escandalizados ojos del turista, no salían de su asombro al ver cómo en Ecuador se bailaba con música triste (se referían a la danza del sanjuanito).

Por la misma época, los historiadores nacionales tempranos contribuían con lo suyo; uno de ellos, González Suárez, manifestaba que la música indígena, además de triste, era desordenada y sin reglas.

Algunos músicos, formados con tan “autorizadas” apreciaciones, continuaban, en la primera mitad del siglo XX, emitiendo juicios similares, pero enmarcados en su campo. Propugnaban la composición de piezas alegres (utilizando acordes mayores) y evitaban las tristes (con acordes menores), pues consideraban que la tristeza era degenerativa. Sin embargo, sus comentarios resultaban demagógicos, pues la mayoría de artistas que difundieron esos criterios fueron creadores de tristes, muy tristes composiciones musicales ecuatorianas.

Para completar el cuadro, en nuestros días, sociólogos, literatos y
periodistas también han

contribuido con su granito de arena: música exageradamente triste, llorona y tabernaria, quejumbrosa, lamento angustiado de la raza vencida, derrotista, etc. En el fondo resulta una serie de eufemismos para ocultar la repulsa cultural que impregnó el período colonial: ¡música de indios!

En la actualidad, la opinión de algunos sectores mestizos respecto a la música indígena ecuatoriana es casi igual a la que en su tiempo tuvieron los colonizadores: la consideran una música
bárbara e incivilizada.

¿La tristeza es mía y nada más?

Recuerdo que hace varios años, en una audición de música, cuando se preguntó qué sensación invadía a los asistentes al escuchar una canción indígena, todos mencionaron a la tristeza.

Sin embargo, la canción, en un movimiento más o menos vivo, narraba la historia de un campesino que cantaba muy contento por haber encontrado, luego de varios días, una fuente de agua
para sus animales.

Lo que funciona en una cultura, no funciona en otra. Por lo tanto, el conocimiento profundo de la música y su entorno cultural desvirtuarán nuestras ideas preestablecidas acerca de las expresiones musicales indígenas.

Pongámonos a pensar en la sensación que podría causarnos la música de Medio Oriente, o la música árabe, por ejemplo; probablemente equivocaríamos nuestro juicio relacionándolas con la alegría o la tristeza musical por no conocer la intención y contenido que quiso brindar el compositor o el pueblo de donde proviene aquella melodía.

Esto nos previene sobre la inmensidad de variables que posee la música en los planos de la sensación y percepción auditivas, tantas como la diversidad cultural-étnica, la imagen asociativa o la memoria sonora le permitan al ser humano acumular en sus reflejos sensitivos.

Lee el artículo completo en la edición No 28
de ECUADOR TERRA INCOGNITA

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