Durante el año 2000, investigué
el estado de los ríos del valle de los
Chillos. Me propuse registrar las condiciones
físicas y las sustancias contaminantes
que contenían. La zona resultaba interesante
por colindar con la capital ecuatoriana.
En aquella época, yo trabajaba como investigador
invitado por el Departamento de Ciencias Biológicas
de la PUCE. Esta entidad, junto con el Laboratorio
Biológico de Agua Dulce de la Universidad
de Copenhague, había estudiado, desde
1994, la ecología de los ríos
del Ecuador. El financiamiento lo otorgaba (al
igual que ahora, que el programa sigue en marcha)
el Consejo para la Investigación en Países
en Vías de Desarrollo de la Cancillería
danesa, DANIDA.
Pero bueno, concentrémonos en lo ocurrido.
En primer lugar, tengo que advertir que los
resultados de la investigación fueron
escalofriantes. Más tarde diré
por qué lo afirmo; antes hay que explicar
la metodología que desarrollamos y sus
ventajas frente a otras formas de pesquisa.
Pero primero lo primero: describamos el lugar
de los acontecimientos:
Lugar de los hechos
Diez kilómetros al sureste de Quito,
con una extensión de 120 km2, se encuentra
el valle de Los Chillos, con aproximadamente
120.000 habitantes. Sobre este valle tan ampliamente
explotado se asientan algunos pueblos, urbanizaciones,
casas dispersas, fábricas, pastizales,
cultivos y plantaciones de eucalipto y pino.
Hay varias causas por las que los ecosistemas
de un río pueden verse afectados. Las
actividades humanas presentes en el valle de
Los Chillos pueden ser responsables de muchas
de ellas. Para realizar nuestro estudio, nos
concentramos en dos: la presencia de contaminantes
y la manipulación física de los
mismos.
Los contaminantes pueden ser orgánicos
o sintéticos. Ambos afectan la calidad
del agua de los ríos, destruyendo así
su equilibrio ecológico. En cambio, la
manipulación física, que puede
ser una canalización o profundización,
hace que los componentes del fondo del río
se homogenicen; esto generalmente provoca que
ciertas especies no hallen su alimento o hábitat
y tengan que migrar.
Los medios de estudio
Dentro del perímetro del valle, escogimos,
de entre los ríos relativamente pequeños
(es decir, que tienen de 1 a 6 metros de ancho),
32 sitios (cortos tramos de río) al azar.
Tomamos en cuenta el entorno de los ríos,
porque su estado también influye en la
cantidad de macroinvertebrados que se debe esperar.
Los ríos fueron examinados en la época
seca (julio del 2000) cuando su caudal es bajo
y, por lo tanto, la dilución de las sustancias
contaminantes es mínima y el efecto de
la contaminación es más evidente.
Para nuestro estudio, colectamos macroinvertebrados,
comúnmente llamados bichos (moluscos,
crustáceos, algunas larvas de insectos,
entre otros) existentes en el fondo de cada
tramo (sitio) de río investigado.
Colectamos estos animales utilizando una red
que se coloca en el fondo del río y moviendo
el suelo (sustrato) con nuestros pies para que
los animales se desprendan de él y sean
arrastrados por la corriente hacia la red. Las
muestras fueron trasladadas a una bandeja de
plástico blanco para facilitar la identificación
de los macroinvertebrados.
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