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Por Debra Ocampo
Foto Jorge J. Anhalzer / Archivo Criollo

Aveiga y las restauradoras

Un típico paisaje amazónico sin contaminación petrolera donde la vida brota por todos lados. El objetivo de la Biorremediación es devolver parte de ese equilibrio a los suelos contaminados.

Como todos conocemos, los suelos amazónicos del Ecuador sufren periódicamente los efectos nocivos del derrame de hidrocarburos. Los sistemas naturales resultan seriamente dañados y la evacuación por medios físicos (como el drenaje) no es un remedio eficiente. Frente a tal problema, desde 1998, el biólogo Iván Aveiga y sus colaboradores han desarrollado técnicas que facilitan la recuperación de aquellos suelos, aprovechando el poder que tienen algunas bacterias para digerir incluso los componentes más dañinos del petróleo.

Aveiga, junto a su equipo, trabaja en el Laboratorio de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad Católica de Quito. Sus investigaciones se orientan a canalizar la facultad de los sistemas naturales para restaurarse a sí mismos. Esta característica ha sido intuida por el ser humano desde el principio de su existencia. Prueba de ello son los relatos cosmogónicos de las culturas antiguas en los que los dioses que representan a la tierra poseen un poder generador oculto. También las posturas científicas que se discuten hasta la actualidad se basan en aquella intuición, por ejemplo, la controvertida teoría Gaia desarrollada por el bioquímico James Lovelock, quien concibe a la Tierra, con su superficie y ambiente circundante, como una entidad autoreguladora y viva.

En efecto, parte del poder de la naturaleza para regenerarse parece estar en el hecho de que varios microorganismos, como las bacterias, pueden transformar ciertos elementos contaminantes para alimentarse de ellos. Estos organismos, que viven en la tierra, el agua y el aire, en su intento por adaptarse a los cambios ambientales producidos por los contaminantes (que pueden ser hidrocarburos) desarrollan sistemas para degradarlos. La técnica para canalizar la limpieza de los hábitats que utiliza las propiedades adaptativas y digestivas de seres vivos como las bacterias se llama biorremediación.

Los científicos han desarrollado tres tipos de biorremediación. El primero es la Bioestimulación, su objetivo es proveer el ambiente y recursos para que las bacterias nativas puedan cumplir con la destrucción de los contaminantes a niveles aceptables. El segundo es la Bioaumentación, que igualmente consiste en utilizar bacterias que digieran los elementos nocivos, pero a diferencia del primero, las bacterias utilizadas son exógenas: no pertenecen a ese hábitat. Finalmente está la técnica de la Transgénesis que utiliza ciertos microorganismos obtenidos en laboratorio mediante la ingeniería genética.

De los tres, el más efectivo para los fines amazónicos es la Bioestimulación, porque los microorganismos nativos (endémicos) son más potentes para la remediación de aguas y suelos In Situ. Las otras dos técnicas (la de las bacterias de otro hábitat y la de las bacterias manipuladas genéticamente) son más efectivas en biorreactores o en ambientes controlados.

Pues bien, si ha de utilizarse la primera (la Bioestimulación) es necesario poner en marcha una estrategia para que las colonias de bacterias nativas se adhieran a las sustancias tóxicas y, por medio de compuestos y enzimas, las transformen en un suculento banquete de carbono que será devorado. De esta manera, se utiliza el poder regenerador de la naturaleza que pone a trabajar a las bacterias aprovechando su apetito y convirtiéndolas en una suerte de restauradoras.

Lee el artículo completo en la edición No 22

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