Enero de 2003
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Por Frank Nischk
Foto Murray Cooper / Archivo Criollo

La gran sala de conciertos

Los saltamontes, langostas y grillos forman el gigantesco grupo de los Ortópteros, insectos que se caracetrizan por ser saltarines y cantores.

Todo aquel que haya dado unos pocos pasos en alguno de los grandiosos bosques del Ecuador se habrá conmocionado por la fuerza y la diversidad de la vegetación de la selva húmeda. Sin embargo, en la mayoría de los bosques situados en los trópicos, raramente se ven animales. Hay diferentes causas para ello: la mayoría de los mamíferos, como el jaguar, el puma o el tapir, evitan al hombre; la densidad de individuos en los bosques tropicales por lo general es baja, además de que muchas especies son nocturnas o habitan en las copas de los árboles. Todas estas características dificultan el trabajo de los zoólogos y hacen que tome mucho tiempo.

Esto se debe en parte a que los bosques tropicales se encuentran entre los ecosistemas más ricos en especies de la Tierra, aseveración que rige sobre todo para el gigantesco grupo de los insectos: escarabajos, mariposas, chinches, hormigas, avispas y muchos otros. Prácticamente de cada categoría de insectos, los zoólogos han descrito hasta ahora solamente una pequeña parte de las especies tropicales, y es que también para los insectos vale la afirmación: muchos son activos de noche o viven en lo alto, en la copa de los árboles.

Sin embargo, en cuanto se empieza a caminar por la selva amazónica y se escucha con atención, o sea por una vez “se ve con los oídos”, la percepción cambia: el planeta verde se transforma en la sala de ópera más grande del mundo. La selva se convierte en una impresionante representación de “Don Juan” o de “El barbero de Sevilla”. Pájaros, ranas y mamíferos son los cantantes, toman las arias de Fígaro, de don Juan o de Rosina, a veces incluso se los puede ver en ese gigantesco escenario al aire libre. Pero la orquesta sinfónica, como en la Scala de Milán, permanece escondida en el foso de la orquesta: miles de insectos cantores, chirriantes, crepitantes, y violinistas, son los verdaderos músicos de la selva. Durante el día son sobre todo las chicharras las que determinan el cuadro acústico; después de la caída de la noche, asumen sus papeles los grillos y saltamontes.

Los grillos machos producen tonos con sus alas a fin de atraer a las hembras de su misma especie y estimularlas a la cópula. Las alas de los grillos machos se han transformado en eficientes membranas para difundir el sonido: un ala raspa a la otra como el arco sobre un violín, una viola o un contrabajo y, con la ayuda de las membranas, el sonido se aumenta con efectividad. Los grillos son entonces los instrumentos de cuerdas en la orquesta tropical. Cada especie de grillo posee un canto propio que lo caracteriza, que solo es entendido por las hembras de la misma especie. Por esta razón, jamás en una misma región dos especies distintas de grillos producen el mismo canto. Este hecho inspiró a los biólogos en la idea de utilizar a los grillos para estudios ecológicos. Dado que cada canto es un indicador de la presencia de una especie en una región que se halle bajo estudio, el investigador de grillos solo necesita contar los diferentes cantos para deducir la diversidad de especies en una zona.

Lee el artículo completo en la edición No 21

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