Noviembre de 2002
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Por Diego Tirira
Foto Diego Tirira

Ecuador en Bicicleta II
De la península a tierra lojano

Tuve que cruzar torrentosos ríos y pequeños riachuelos hasta llegar a Loja, unas veces sobre grandes puentes de concreto, otras veces por angostos y colgantes como en el valle de Catamayo, e incluso colgado en tarabita.

Lunes 5 de marzo. Dejé la bella tierra manabita. Al mediodía me detuve en Manglaralto, ya en la provincia del Guayas. Mientras almorzaba, un grupo de jóvenes me comentaron que ellos suelen viajar hasta Salinas en sus bicicletas y que el recorrido les toma menos de tres horas, así que tendría tiempo suficiente para llegar antes que oscurezca.

Al dejar Libertador Bolívar, un pequeño pueblo de pescadores en ruta a la península de Santa Elena, se acercó un hombre de unos 60 años y empezó a pedalear junto a mí en su bicicleta, que parecía tan antigua como él mismo, sin cambios de velocidades, toda maltrecha, despintada y quién sabe cuándo fue la última vez que le cambió las llantas. Yo continué mi viaje sin prestarle mucha atención. Al rato la vía presentaba unas pocas pendientes, así que supuse que mi condición física, la diferencia de edad y de bicicleta, dejaría rezagado a mi repentino acompañante; pero tuve una gran sorpresa cuando en la cuesta no solo que me dio alcance, sino que me sacó hasta unos 300 m de ventaja. Con mucho esfuerzo logré acercarme a él y empezamos a conversar mientras pedaleábamos. Era un comerciante de telas, que trabaja en esta actividad desde que era un muchacho, “más de cuarenta años”, según me dijo. Recorre en su bicicleta desde La Entrada, el primer pueblo de la provincia que aparece en esta carretera, hasta Valdivia. En su vehículo tiene adaptada una parrilla trasera donde transporta su mercancía. En ese momento iba rumbo a San Pedro, otro pequeño pueblo que dista unos 10 km de Libertador Bolívar. Me comentó que él casi nunca utiliza autobús, que siempre que puede se moviliza en su vieja bicicleta. Al separarnos me indicó que el viaje hasta Salinas me debería tomar menos de dos horas; eran las 14h30.

Desde San Pedro, la carretera es bastante plana y buena parte del trayecto va paralelo al mar, lo que haría pensar en un viaje placentero y poco agotador; sin embargo, apareció un factor que no había tomado en cuenta: el viento. En condiciones normales debía recorrer más de 20 km por hora, pero con el viento en contra, que soplaba de sur a norte, sumado a un sol abrasador y el calor intenso, apenas llegaba a la mitad. La cantidad de agua que ingería no era suficiente para reponer la deshidratación que tenía mi cuerpo. Finalmente, pasadas las 19h00 llegué a Salinas, más del doble del tiempo previsto por los muchachos de Manglaralto y por el comerciante de telas de San Pedro. Estaba físicamente deshecho, deshidratado y débil. Había ingerido más de 8 litros de líquidos y recorrido más de 120 km, dos nuevos récords en mi viaje. Afortunadamente encontré en casa a mi viejo amigo Pedro Jiménez, un biólogo radicado en la península desde hace un año, ahora dedicado al estudio de los peces marinos.

Jueves 8 de marzo. La noche de ayer la pasé en la parroquia Atahualpa, a no mucha distancia de Santa Elena, en la que podría ser la zona con menor pluviosidad del país, razón por la cual la vegetación en su mayor parte está formada por arbustos y matorrales secos.

Lee el artículo completo en la edición No 20
de ECUADOR TERRA INCOGNITA

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