Septiembre de 2002
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Por Ángel Emilio Hidalgo
Foto Cristóbal Corral / Archivo Criollo

Guayaquil en la memoria de los viajeros
continuación (2 de 2)

La arquitectura del Puerto Principal impresionaba a los viajeros, y lo hace hasta ahora, por sus lindas casa construídas de madera.

La clave, de hecho, estaba en el mestizaje, y así lo percibió Holinski: “Su piel deja traslucir la presencia de la sangre africana o india. Se diría que un rayo de sol se ha complacido en dorarlas”.

Los relatos de viajes son, naturalmente, fuente importante para el conocimiento de las relaciones interétnicas en el Guayaquil decimonónico. Las relaciones sociales en el Puerto resultaban más fluidas que en otros lados de la República, por el predominio de una mentalidad “mercantil” que se abría más democráticamente a la participación de otros grupos, que prácticamente convivían en las casas de los dueños de los negocios. Un grabado basado en una fotografía y publicado en la revista francesa Le tour du monde, en 1883, muestra la variedad humana de las tiendas guayaquileñas: “A lado de la india descalza se ve a la mujer vestida a la última moda de París, con el matiz original que impone el clima”. No obstante, el español Joaquín de Avendaño hacía notar que el gusto de las guayaquileñas en vestirse bien, era generalizado: “Es muy común, ver los domingos y días festivos, la mujer del menestral o del simple jornalero, rivalizar en su traje y preseas, con la del acaudalado comerciante o del rico propietario. Es toda ella gente alegre y de no muy austeras costumbres…”.

La hospitalidad de los habitantes de Guayaquil era quizá lo que más impactaba al turista del siglo XIX. A su llegada, recibía tarjetas de invitación de las jovencitas de la burguesía guayaquileña, una cortesía que era pocas veces desdeñada. Según De Gabriac, viajero francés que en 1866 visitó Guayaquil, sus compatriotas eran “muy buscados” y su nacionalidad resultaba “suficiente para hacerlos casar con herederas”. “De simples empleados de almacenes, llegados al país sin ningún medio de subsistencia, se han casado con las hijas de ricos hacendados, disfrutando de una fortuna de dos o trescientas mil piastras, sin que nadie encuentre en ello nada desproporcionado”.

El trato espontáneo de los guayaquileños hizo que los extranjeros se sintieran cómodos y en ocasiones optaran por quedarse. Su aporte histórico es vital para entender la dinámica de la economía ecuatoriana de finales del siglo XIX y principios del XX; y su rápida incorporación al medio es consecuencia, en gran medida, del calor humano que recibieron a su llegada a este entrañable puerto, que siempre acogió a propios y extraños.

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CONTENIDO REVISTA 19

 

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