Tuvieron que transcurrir ocho años para
que se cumpla mi sueño de dar la vuelta
al Ecuador en bicicleta. Efectivamente, el pasado
7 de abril del 2001 finalizó mi aventura,
60 días después de iniciada, con
un recorrido total de 3 556 kilómetros
(km) por 15 provincias de Costa, Sierra y Oriente.
Durante este tiempo compartí con cientos
de personas de las más variadas condiciones
sociales y económicas, desde un reconocido
músico de marimba, hasta un pescador
manabita con fuertes tendencias hippies, además
de alcaldes, chulqueros, ex combatientes del
Cenepa... Fueron 60 días en los que recorrí
el cálido valle del Chota en la provincia
de Imbabura, las paradisíacas playas
de Esmeraldas y Manabí, los extensos
campos agrícolas de Guayas y El Oro,
la montañosa Loja, la riqueza natural
de ciertas zonas amazónicas y el apacible
páramo de Papallacta. Un recorrido que
incluyó mi paso por grandes autopistas
y horrendos cha quiñanes. En mi travesía
visité un bosque petrificado, varias
reservas biológicas, el populoso centro
de Guayaquil y territorios de indígenas
shuar en las provincias de la Amazonía
suroriental.
Fueron 60 noches de no llegar a hoteles, o mejor
dicho de no pagar por dormir pues quería
demostrar que el ecuatoriano es hospitalario
por naturaleza y que la vieja costumbre de “dar
posada” a los forasteros no se ha perdido.
Así, mis noches transcurrieron entre
una casita en la copa de un árbol, destacamentos
policiales, estaciones de bomberos, escuelas,
campamentos petroleros, haciendas, graneros
y casas particulares. También quería
demostrar que se puede viajar con un bajo presupuesto,
que no se necesitan grandes cantidades de dinero
para conocer el Ecuador ¡y vaya que lo
conseguí!
Mi gasto promedio fue de 3,22 dólares
diarios, con los cuales disfruté de casi
100 diferentes comidas y bebidas típicas
del país, desde suculentos platos como
el cuy frito que se sirve en Natabuela, provincia
de Imbabura, hasta el encocado de ratón
espinoso, que lo preparan en Playa de Oro, Esmeraldas;
pasando por los alfajores de Rocafuerte, en
Manabí, el ayampaco de Macas (comida
típica shuar), el jugo de borojó,
místico por sus propiedades afrodisíacas,
y la curativa agua de horchata que abunda en
el sur del país. Un viaje que sin lugar
a dudas me enseñó el Ecuador que
muy pocos ecuatorianos pueden sentirse orgullosos
de conocer.
Inicia la aventura: de Quito a las playas de
Manabí
Miércoles
7 de febrero. Cuando eran las 10h30,
la mañana soleada y todo listo para iniciar
mi viaje, sentí que me invadía
el miedo a iniciar una aventura desconocida.
Tan solo tenía que empujar el pedal derecho
de mi bicicleta y todo habría empezado.
Me encontraba junto a unos pocos amigos que
fueron a despedirme. Los segundos se volvían
eternos. Buscaba cualquier excusa para retrasar
mi partida por algunos minutos, la que cada
vez estaba más cerca y se volvía
inevitable. El momento había llegado.
Empujé el pedal y mi compañera
por los próximos dos meses empezó
a desplazarse. Transcurridos algunos minutos,
ya solo en las calles de Quito, sentí
una alegría indescriptible de ver como
un sueño terminaba y que la ilusión
de recorrer Ecuador en bicicleta se desvanecía
y se convertía en realidad.
|