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Por Ernesto Salazar
Foto Pablo Cuvi

El septenario de Cuenca

Los tradicionales dulces de corpus inundan el Parque Central. El sabor y el volorido de los higos enconfitados, suspiros, hostias y nogadas se despliegan en las mesas cuidadosamente decoradas por las vendedoras cuencanas.

La fiesta de Corpus Christi es una de las más importantes del catolicismo romano y tal vez la que exhibe más manifestaciones de religiosidad popular, a menudo derivadas de los festivales ígneos del solsticio de verano europeo. En Ecuador se la celebra hasta en los pueblos más pequeños, entremezclada con rituales indígenas de raigambre precolombina. A nivel urbano, la fiesta de Cuenca es sin duda la más tradicional, y con una interesante particularidad: se celebra durante siete días (de allí su nombre de septenario), en los que se hace derroche de pirotecnia y comidas de la ocasión. En su actual estructura, cada día está patrocinado por sectores prominentes de la sociedad cuencana, que financian los gastos en calidad de priostes o diputados. Así, el viernes pertenece al clero, el sábado a los empleados de banco, el domingo a los obreros, el lunes a las señoras, el martes a los comerciantes, el miércoles a los agricultores, y el jueves a los doctores (médicos y abogados). Desde 1880, el viernes siguiente, del Corazón de Jesús, está auspiciado por los niños de la ciudad.

El día de cada grupo comienza realmente en la noche anterior, con las vísperas en el parque central. Desde temprano se congregan, con su arsenal de luz y ruido, los “cueteros”, que montan un escenario único de distracción, complementado con la venta de dulces de corpus, y la presencia de ruleteros, bandas locales y puestos de venta de aguardiente. La gente colma el parque y los portales, atenta a los fuegos pirotécnicos y a la quema de los castillos (generalmente cuatro), el episodio más importante de la noche de luces. La quema del último castillo, hacia las 22h00, señala el fin del evento, y la gente se retira paulatinamente a sus hogares. A la mañana siguiente se celebra una misa con sermón dedicado al grupo auspiciador, y el Santísimo queda expuesto por el resto del día para ser visitado por fieles y cofradías. Alrededor de las 17h00 tiene lugar el Cerrame que, como su nombre lo indica, cierra el día del grupo pertinente. Consta de tres partes: un sermón sobre aspectos de la vida de los patrocinadores, la bendición con el Santísimo, y la procesión con la Custodia, alrededor del parque. Los fuegos artificiales que siguen, pertenecen ya a las vísperas del siguiente grupo.

Un examen atento de los eventos de la tarde muestra el desarrollo de dos ritos análogos, que ocurren en la Catedral y en el parque como si el uno tratara de replicar al otro. He llamado a estos ritos religioso y secular, respectivamente. El rito religioso gira en torno a la Custodia que aloja al Santísimo Sacramento, que es atendida por especialistas del culto, que son los sacerdotes de la Curia Arquidiocesana. La gente llena la Catedral, y hay una clara actitud de glorificación y entrega al Altísimo en los cánticos entonados y en el incensamiento de la Custodia (el humo del incienso en un viejo símbolo judío de ofrenda a Jehová). La Custodia constituye, sin duda, un símbolo dominante.

Lee el artículo completo en la edición No 18 ECUADOR TERRA INCOGNITA

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CONTENIDO REVISTA 18

 

 

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