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Por Juan Carlos Jintiach
Foto Jorge J. Anhalzer/ Archico Criollo

La tzantza, trofeo de guerreros

La etnia shuar también es conocida como "El Pueblo de las Cascadas Sagradas". En estos mágicos lugares, los jóvenes shuar, con ayuda de alucinógenos, realizan su ritual de iniciación.

Voy a compartir con ustedes, en este relato escrito, parte de mi cultura. Me gustaría más llevarlos a mi casa en la selva de Miasal, reunirlos en torno al fuego y, mientras tomamos chicha de yuca o nijiamanch, como la conocemos nosotros, contarles lo que sé sobre las costumbres de mi pueblo.

En la selva amazónica ecuatoriana y peruana existe una nación indígena conocida por sus características guerreras y su gran apego a la autonomía y a la libertad. Quien haya oído hablar de los shuar sabe que somos el pueblo de las cascadas sagradas, de valientes guerreros y reductores de cabezas. Mucho se comenta de nuestras costumbres, mitos, leyendas e idioma, así como de la federación y de los impactos culturales y ambientales que estamos viviendo a causa del proceso de desarrollo en un mundo globalizado.

En el Ecuador, el territorio shuar se despliega al suroriente, en los bosques de las provincias de Morona Santiago y Zamora Chinchipe. Alberga la zona del valle del Upano y la de Transcutucú, separadas por la cordillera del Cutucú. Esta cadena montañosa parece un baúl que celosamente guarda la mayoría de mitos shuar y una gran diversidad de animales y plantas. La influencia externa no logra atravesarla con tanta fuerza. Ni las carreteras, la luz o la televisión han llegado al Transcutucú.

Para entender la cosmovisión shuar hay que conocer uno de los mitos más guardados por nuestra cultura: el mundo en el que estamos no es real, es solo un paso previo hacia el verdadero, y el natem (ayahuashca) o el maikiua (floripondio), ambas plantas alucinógenas, son la puerta para llegar a él.

Al mundo real también se lo distingue como el mundo oculto o de lo sobrenatural, y solo el Uwishin o shamán lo conoce bien, pues lo ha visitado muchas veces. Él es un sabio que puede interpretar lo que ve en el más allá; así logra descubrir los orígenes de las enfermedades y curarlas. Es un hombre de gran fuerza en la comunidad, que la ha alcanzado con la acumulación de los arutams, los espíritus o almas poderosas de los shuar.

La forma de alcanzar el arutam se transmite de generación en generación. Todo niño shuar sigue las indicaciones de un hombre mayor y sabio, el Uunt shuar. Se van juntos por la selva, por uno, dos o tres días. El hombre mayor le va contando su experiencia acerca de la vida, y cómo él la lleva. Le muestra las enseñanzas que tiene la selva; le habla mucho de cada planta y animal, y le transmite que tienen alma y vida. Juntos cazan y pescan, así el niño va aprendiendo las reglas, las enseñanzas de vida de un maestro.

Al cumplir 11 años, en ayuno, el niño se adentra en la selva en compañía de un Uwishin, hasta encontrar la tuna o cascada sagrada. Cuando llegan allá, juntos construyen la casa del Uwishin y después se preparan para tomar el natem. El sabio hace una reseña de todo lo sucedido en el transcurso del camino por la selva, de todo lo que aprendieron, y también le habla al niño acerca de lo que vivirá en los sueños. Él verá cosas del pasado, del presente y del futuro. Al tomar el natem, el joven confía sus sueños al Uwishin y éste le ayuda a interpretarlos y a encontrar el arutam.

Lee el artículo completo en la edición No 17 ECUADOR TERRA INCOGNITA

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