Nuestra visión actual del valor y del
significado del agua es, indiscutiblemente,
muy diferente de la que nuestros antepasados
tuvieron. El carácter divino que el agua
tuvo en los pueblos aborígenes del Ecuador,
por ejemplo, se evidencia en varias huellas
rastreadas por la arqueología y la etnografía;
botellas silbato diseñadas para que el
agua que fluye en su interior produzca sonido,
petroglifos y estelas ornamentadas con imágenes
simbólicas de elementos relacionados
con el agua y tradiciones milenarias como los
baños de purificación en cascadas
y lagunas sagradas.
El agua, en la actualidad, ha pasado de ser
ese elemento arquetípico divino de la
antigüedad a convertirse en una suerte
de motor que mueve al mundo. La mayoría
de los procesos industriales consumen muchísima
agua. Por ejemplo: para la producción
de un kilo de papel se utilizan hasta 700 kilos
de agua y el agua empleada en el proceso de
fabricación de un automóvil equivale
a cincuenta veces el peso del vehículo.
Kofi Annan, el Secretario General de las Naciones
Unidas, ante la crisis del agua que el planeta
está viviendo nos advierte: “Para
la su— pervivencia, el bienestar y el
desarrollo socioeconómico de toda la
humanidad es un requisito fundamental tener
garantizado el acceso a un suministro suficiente
de agua potable. Sin embargo, continuamos actuando
como si el agua dulce fuera un recurso abundante
e inagotable, cuando no lo es”.
Este vital elemento escasea dramáticamente
en las regiones desérticas; en muchos
países, como Polonia, el alto grado de
contaminación de los ríos —el
75%— hace que su agua no se pueda utilizar
ni siquiera para los procesos industriales,
y en grandes metrópolis como México,
el 80% del suministro de agua proviene de su
nivel freático, que disminuye inexorablemente,
pues la extracción supera el reabastecimiento
en más de un 50%.
Ante tan alarmantes cifras nos preguntamos ya:
¿tendremos agua suficiente? Quién
sabe si esta antigua divinidad de la humanidad,
dominada y maltratada por los hombres, pase,
en un mañana no muy lejano, a convertirse
en un verdugo del apocalipsis y sea la manzana
de la discordia que desate las guerras del futuro
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