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Por Simón Bustamante
Foto Pete Oxford y Reneé Bish

Limoncocha

La historia pasada y futura del río Napo, el mayor río del Ecuador, estará siempre marcada por Limoncocha. A pesar de su cercanía al río, la laguna permaneció relativamente aislada hasta mediados del siglo pasado.

Para situarnos en el contexto geográfico de esta zona debemos pensar en la llanura amazónica de la región del Napo ecuatoriano. El elemento característico es la gran laguna de Limoncocha, antiguamente conocida como laguna de Capacuy, que cubre una superficie aproximada de dos y medio km2. Hasta mediados del siglo pasado fue un lugar discreto, conocido sólo por nativos y habitantes permanentes de "la ribera", nombre de vieja raigambre que definía a las márgenes del río Napo y a los "ribereños" que las poblaban. La razón es muy simple: Capacuy está retirada unos kilómetros al norte del Napo y su acceso no era conocido sino por los cazadores y pescadores de la zona.

En los años 50 del siglo pasado la laguna es visitada por misioneros evangélicos norteamericanos que escogen el lugar para establecer un centro de investigaciones lingüísticas y de actividades religiosas. Una década después se erige la parroquia de Limoncocha y en la subsiguiente abandonan su centro los misioneros norteamericanos. En 1985 se crea la Reserva Biológica Limoncocha como imperativo para proteger una de los mayores acervos faunísticos del mundo contra el indiscriminado avance de vías de comunicación y la colonización caótica. Actualmente, el área total de la Reserva se encuentra dentro del Bloque 15 de concesión petrolera a cargo de la compañía Occidental.

Rasgos históricos

Tradicionalmente, los habitantes de la ribera del Napo escogían sus orillas para establecer sus viviendas, chacras y haciendas. Los "centros" o lugares selváticos alejados de los ríos permanecieron deshabitados por siglos; el caso de los grupos huao que, por aislamiento, preferían los centros, es diferente y muy característico de la región sur del Napo. Por ello, la laguna de Capacuy y sus inmediaciones fueron siempre despobladas.

Por contraste, desde las primeras crónicas de la conquista española se habla de los asentamientos indígenas a lo largo del río Napo. Esta circunstancia, unida a las facilidades de navegación que prestaba dicho río, hizo que las antiguas misiones de los jesuitas establecieran sus "reducciones" en lugares estratégicos del río, comenzando en Puerto Napo hasta llegar al Amazonas y luego aguas arriba y aguas abajo del gran Río de Quito.

Uno de aquellos lugares que ofrecían especiales ventajas por el número de su población, ubicación y distancia a otros asientos misionales, así como por la relativa benignidad de su clima, fue precisamente el recodo del Napo por donde desemboca el pequeño Capacuy, nombre que se dio al asiento misional de los jesuitas desde el siglo XVII hasta el XIX.

A mediados de los años 50 del siglo XX, los misioneros evangélicos del Instituto Lingüístico de Verano (ILV) de la Universidad de Oklahoma fundaron una base de operaciones de gran magnitud muy próxima a Limoncocha y pocos años más tarde la misión católica de los Capuchinos se estableció en la isla de Pompeya situada delante de la boca del río Jivino, a corta distancia de Limoncocha. Ambos asientos produjeron un efecto de relativa actividad y concentración humana en la zona que, desde entonces, ha venido creciendo y adquiriendo nuevos aspectos con la presencia de comunidades indígenas y con el desarrollo de importantes actividades de la industria petrolera.

Lee el artículo completo en la edición No 13
de ECUADOR TERRA INCOGNITA

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