La
fotografía tiene muy poco que ver con
equipos y técnicas; es en realidad un
ejercicio de paciencia, de sutil observación.
Dejar de perseguir la foto espectacular y buscar
en su lugar la foto humana —aquella que
nos habla del miedo, la pasión, la contemplación,
la espera, la quietud— es tal vez el paso
más difícil que yo he dado en
mi trabajo.
Hace siete años, cuando mostré
por primera vez mis paisajes a Kent Kobersteen,
ahora director de fotografía de la National
Geographic, no entendía por qué
mis fotografías no reunían las
características que esa revista exige.
Yo estaba seguro de ser tan buen fotógrafo
como el mejor. Ahora que he andado un poco más
de camino, sé que en realidad soy un
principiante y que me falta muchísimo
para llegar a tener un nivel alto en mi profesión.
Una de las primeras cosas que Kent me dijo es
que debo recordar que la National Geographic,
una revista que se conoce en el mundo por la
calidad de sus fotografías, no es una
revista de fotografía, es una revista
de geografía, y que no están interesados
en el trabajo personal de ningún fotógrafo,
están interesados en temas y en lugares.
Esto ya lo había escuchado muchas veces
en la Facultad de Periodismo de la Universidad
de Missouri-Columbia donde estudié, pero
no lo había hecho mío: lo importante
cuando uno trabaja para un medio periodístico
es el sujeto, nunca el fotógrafo o el
escritor. De hecho, el obstáculo más
grande para convertirse en un fotógrafo
competente es dejar de pretender que uno es
un gran artista y pensar solo en las historias
que nuestros sujetos nos cuentan. Si yo tengo
preconcepciones acerca de lo que quiero decir
sobre mi sujeto y no me preocupa auténticamente
lo que esa persona vive y sueña, va a
ser muy difícil que llegue a contar una
historia verdadera, relevante.
Una buena fotografía cuenta una historia,
nos da la sensación de estar allí,
de que nosotros los observadores de la foto
estamos viviendo esa situación. Pero
esas historias deben ser auténticas;
no debe haber manipulación o producción
alguna, de lo contrario ya no hablamos de fotografía
periodística sino de fotografía
artística, que es otro género
diferente. Allí sí todas las licencias
están permitidas.
Hay en realidad una gran división entre
los dos tipos de fotografía, al menos
en los Estados Unidos donde he trabajado en
los últimos años. Para los fotógrafos
periodísticos, entre los que se incluyen
todos los que trabajan con la National Geographic,
la regla de oro es no cambiar nada, no alterar,
simplemente documentar. Esta regla es absolutamente
rígida, hasta el punto de que si alguien
llega a enterarse que uno ha influido en el
entorno lo más probable es que nunca
vuelva a trabajar con ese medio. Esta es una
de las razones por las que uno siempre envía
la película sin revelar a un editor de
fotografía, quien es siempre la primera
persona en ver el material: él ve cada
fotograma que ha sido disparado y puede darse
cuenta de si algo ha sido manipulado.
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el artículo completo en la edición
No 12
de ECUADOR TERRA
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