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Por Pablo Corral Vega
Foto Pablo Corral Vega

El oficio de la paciencia

Pastorurri, en la inmensidad de la Cordillera Blanca, Perú.

La fotografía tiene muy poco que ver con equipos y técnicas; es en realidad un ejercicio de paciencia, de sutil observación. Dejar de perseguir la foto espectacular y buscar en su lugar la foto humana —aquella que nos habla del miedo, la pasión, la contemplación, la espera, la quietud— es tal vez el paso más difícil que yo he dado en mi trabajo.

Hace siete años, cuando mostré por primera vez mis paisajes a Kent Kobersteen, ahora director de fotografía de la National Geographic, no entendía por qué mis fotografías no reunían las características que esa revista exige. Yo estaba seguro de ser tan buen fotógrafo como el mejor. Ahora que he andado un poco más de camino, sé que en realidad soy un principiante y que me falta muchísimo para llegar a tener un nivel alto en mi profesión.

Una de las primeras cosas que Kent me dijo es que debo recordar que la National Geographic, una revista que se conoce en el mundo por la calidad de sus fotografías, no es una revista de fotografía, es una revista de geografía, y que no están interesados en el trabajo personal de ningún fotógrafo, están interesados en temas y en lugares. Esto ya lo había escuchado muchas veces en la Facultad de Periodismo de la Universidad de Missouri-Columbia donde estudié, pero no lo había hecho mío: lo importante cuando uno trabaja para un medio periodístico es el sujeto, nunca el fotógrafo o el escritor. De hecho, el obstáculo más grande para convertirse en un fotógrafo competente es dejar de pretender que uno es un gran artista y pensar solo en las historias que nuestros sujetos nos cuentan. Si yo tengo preconcepciones acerca de lo que quiero decir sobre mi sujeto y no me preocupa auténticamente lo que esa persona vive y sueña, va a ser muy difícil que llegue a contar una historia verdadera, relevante.

Una buena fotografía cuenta una historia, nos da la sensación de estar allí, de que nosotros los observadores de la foto estamos viviendo esa situación. Pero esas historias deben ser auténticas; no debe haber manipulación o producción alguna, de lo contrario ya no hablamos de fotografía periodística sino de fotografía artística, que es otro género diferente. Allí sí todas las licencias están permitidas.

Hay en realidad una gran división entre los dos tipos de fotografía, al menos en los Estados Unidos donde he trabajado en los últimos años. Para los fotógrafos periodísticos, entre los que se incluyen todos los que trabajan con la National Geographic, la regla de oro es no cambiar nada, no alterar, simplemente documentar. Esta regla es absolutamente rígida, hasta el punto de que si alguien llega a enterarse que uno ha influido en el entorno lo más probable es que nunca vuelva a trabajar con ese medio. Esta es una de las razones por las que uno siempre envía la película sin revelar a un editor de fotografía, quien es siempre la primera persona en ver el material: él ve cada fotograma que ha sido disparado y puede darse cuenta de si algo ha sido manipulado.

Lee el artículo completo en la edición No 12
de ECUADOR TERRA INCOGNITA

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