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no. 117
enero febrero 2019

 

 

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Portada de la revista Ecuador Terra Incognita No. 117: Ojo de un anolis bandeado (Anolis transversalis) en el parque nacional Yasuní. Foto: Lucas Bustamante / Tropical Herping


Portada de la edición actual de la revista Ecuador Terra Incognita

 

 

Carta del editor

Los reptiles ocupan un lugar poderoso en el imaginario de casi todas las culturas. Los utilizamos para representar el mal, la muerte, la fertilidad y la vida, la estabilidad (como con la enorme tortuga que sostiene el mundo sobre su caparazón, repetida en mitologías tan diversas como la china, la hindú o las de los pueblos norteamericanos), lo resbaloso o escurridizo, o la falta de escrúpulos. Entre nosotros –me refiero a la cultura mestiza ecuatoriana– en general, los reptiles gozan de mala reputación. Pero hay un lugar del país donde reinan. En uno de los parajes de los que más alardeamos, ellos son las estrellas indiscutibles. La fama misma de las islas Galápagos se debe en gran medida al puesto que en la historia de la ciencia ocupan sus escamosos habitantes. El artículo de David Salazar, con el que abrimos esta edición, recorre algunas de las facetas destacadas de esta fauna tan estudiada como desconocida.

Y las serpientes nos remiten, faltaba más, al cachudo, el mandinga, la cabra, el cuco, el coludo, el supay, el tío, el maligno, el maloso, el putas, el bartolo, el juyungo, el cojo, el patica, la suegra, el enemigo, el mono, el bermejo, la bestia, el seductor, el catatumba. En definitiva, a su mezquindad, el Diablo, que a inicios de cada año sale acompañado de su séquito de guarichas, capariches y monos a armar relajo en las calles de Píllaro. La diablada pillareña en los últimos tiempos se ha vuelto una de las festividades más connotadas (y, por lo tanto, más fotografiadas) del país. Publicamos el trabajo fotográfico que Paúl Salazar ha desarrollado por años allí, y que brinda una mirada fresca e íntima de esta fiesta.

El texto que cierra la edición, en cambio, trae la frescura de la mirada del versátil artista quiteño Pablo Barriga en su primer encuentro con los misterios sobrecogedores o diminutos que guarda la selva del río Tiputini. Lo acompañamos de imágenes que, esperamos, también estimulen una nueva perspectiva del bosque amazónico en nuestros queridos lectores.


Correo

Este es un espacio de diálogo. Envía tus opiniones o noticias a ecuadorterraincognita@yahoo.com. Por espacio o claridad, las cartas pueden ser editadas.

Puerto Quito excluido del Chocó

El corredor del Chocó Andino, reconocido por la UNESCO en 2018 como reserva de la biosfera, cubre las parroquias rurales occidentales de Quito, y los cantones Los Bancos y Pedro Vicente Maldonado. Puerto Quito fue excluido. La tala indiscriminada de sus bosques para monocultivos y la construcción descomunal de urbanizaciones, las cuales han contribuido a la contaminación y reducción de caudal de los ríos, la falta de estudios de la vida silvestre en sus diferentes formas, la falta de ordenanzas que exijan regularizaciones, parecen ser los causales para esta exclusión. Todo esto es, además, un crimen que altera el ecosistema del cantón, del país y, obviamente, del planeta. Es triste observar lugares anteriormente hermosos y llenos de vida, como la muy recordada Piedra de Vapor, convertirse en simples parajes desolados, totalmente desprovistos de encanto.

Si tomamos en cuenta la edad de la Tierra, es importante recordar que los microbios, insectos y plantas en todos los ecosistemas son los primeros inquilinos de este planeta azul. Nuestro país tiene el privilegio de estar localizado en el centro del mundo, donde la potencia universal cósmica descarga su energía para que todas las criaturas gocen de una espectacular zona de vida, con múltiples especies de formas caprichosas, como las orquídeas, las cañas de guadúa, diversidad de hojas y tallos, especies endémicas y microorganismos que, por su constitución, solo pueden sobrevivir en este clima húmedo. Por ello, estas zonas están pobladas de especies únicas de mamíferos, insectos, anfibios, reptiles y aves. La magia del bosque húmedo produce oxígeno puro y lo convierten en un templo dedicado a la vida en conjunto, formando una cadena de vida.

El noroccidente de Pichincha es uno de los grandes pulmones del Ecuador, pero hoy en día estamos viviendo la desestabilización de la cadena de vida, ante la incompetencia e inacción de las autoridades, quienes en lugar de velar por estos espacios y protegerlos nos muestran su evidente quemeimportismo. No entendemos a cambio de qué o por qué se sigue permitiendo la expansión inmobiliaria en Puerto Quito, la tala de los pocos remanentes de bosque que quedan, la expansión indiscriminada de los cultivos de teca, palma africana o palmito, la contaminación de quebradas y ríos con basura y aguas de desecho. ¿Acaso tiene más peso el dinero para unos pocos que el bienestar de la comunidad y el futuro de generaciones venideras? ¿A dónde va nuestro país? ¿Nuestro planeta? Rogamos, en nombre de nuestros hijos, que paren este crimen ambiental. Exigimos la reforestación urgente de la zona.

Jorge Claudio
Colectivo de Rescate Ambiental y Social

 

Muelas humanas

Siempre sospeché que el vegetarianismo o la crudivoría fundamentados en nuestra dieta primitiva tenían poco sustento científico. Si los primates actuales más cercanos a nosotros, como gorilas, bonobos y chimpancés, comen de todo, ¿por qué nosotros tendríamos que haber evolucionado hacia la herbivoría? Incluso pudo suceder que algún día fuimos herbívoros y que comíamos todo crudo, pero nuestra evolución es también cultural, y cuando aprendimos a cocinar, aprendimos también a comer las cosas cocidas. En esta era del esoterismo, no sorprendería que alguien sugiera relacionarnos “afectivamente” como en la era paleolítica o dejar de lado toda expresión cultural que no esté sugerida en nuestros genes más antiguos.

Una información que me hizo falta en el artículo sobre la evolución de la dieta humana (ETI 116) es sobre las muelas del juicio. ¿Es cierto que son rezagos de la evolución? ¿Para qué les servían a nuestros ancestros? ¿Qué otras especies de homínidos las tenían? ¿Son “menos evolucionados” los humanos que todavía las tienen? ¿Está bien extraérselas?

Renato Garzón, Cumbayá

 

 


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