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no. 116
noviembre diciembre 2018

 

 

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Portada de la revista Ecuador Terra Incognita No. 116: La polilla de la cecropia (Hyalophora cecropia), de la familia de los satúrnidos, es la polilla más grande de Norteamérica. Aquí exhibe las característica antenas en cepillo de las polillas, que sirven para distinguirlas de las mariposas diurnas. Foto: Cathy Keifer


Portada de la edición actual de la revista Ecuador Terra Incognita

 

 

Carta del editor

La inminencia y la gravedad de los posibles efectos del calentamiento global contrastan con la inercia de las élites para afrontarlo con medidas efectivas. Al contrario: cuando no intentan, de frente, minimizar el problema –como en el patético caso de Trump, Putin y Bolsonaro, líderes de tres de los mayores emisores de gases de efecto invernadero–, los políticos lo subordinan frente a preocupaciones e intereses más inmediatos. Sin embargo, en muchos países la gente, en especial los jóvenes, ha empezado a reclamar tanta apatía a través de demostraciones masivas. Notables por el número de participantes han sido las marchas en Nueva York en 2014, en Washington en 2017 y las que se han dado este año en varios puntos del mundo.

Entre los movimientos detrás de estas marchas, que incluyen al de millones de estudiantes secundarios que protestan los viernes no asistiendo a clases, destaca uno que ha logrado captar la atención de la sociedad británica y del mundo. Extinction Rebellion, como se denominan, a través de plantones y acciones de resistencia civil pacífica ha recibido el respaldo de algunos prominentes políticos, artistas y académicos (y las maldiciones de otros). Tan solo un año después de su creación cuenta con células en al menos 72 países. En su artículo, Bolívar Lucio nos explica algunas de las características peculiares de este grupo, a quienes encontró en las calles de Londres solo para luego unírseles aquí en Ecuador.

Otros seres que arman alborotos, esta vez nocturnos, en torno a los focos de luz, son las polillas. Sebastián Padrón ha venido fotografiando a estas trasnochadoras primas de las mariposas. En este número publicamos algunas de esas imágenes con un texto que nos ayudará a entender mejor a estas ubicuas desconocidas. Nuestro último artículo, en cambio, busca desentrañarnos a nosotros mismos. ¿Qué comían los ancestros de nuestra especie y qué implicaciones puede tener esa historia para establecer una alimentación saludable y sostenible en la actualidad? Esas y otras preguntas esperamos suscitar en ustedes con esta edición.


Correo

Este es un espacio de diálogo. Envía tus opiniones o noticias a ecuadorterraincognita@yahoo.com. Por espacio o claridad, las cartas pueden ser editadas.

Bestiario arqueológico

El artículo sobre la fauna representada en la arqueología escrito por María Fernanda Mejía (ETI 115) es una invitación a sumergirse en la valoración cultural de lo que hoy explicamos como las relaciones que mantenían las sociedades ancestrales con la fauna, y es una invitación a abrir nuestro entendimiento a aspectos que van más allá de la belleza estética de los animales y de los mundos que concebimos como separados entre sociedad y naturaleza. En el texto se mencionan algunas de las formas en que las culturas ancestrales expresaban el hecho de hacer parte de una experiencia en lo natural (lo que el antropólogo francés Philippe Descola describió desde las ontologías de la naturaleza). ¿Las águilas arpías encarnan fuerzas y temperamentos que nosotros también tenemos? ¿Una misma alma es la que ocupa nuestro cuerpo y el del jaguar? ¡Tal vez los animales son entidades más grandes, fuertes y complejas que rigen nuestras vidas simples y pequeñas!

Las representaciones arqueológicas que muestran las fotografías de primerísima calidad que acompañan al artículo son descripciones fieles de la anatomía e historia natural de algunas especies nativas de la región, pero también de esas otras dimensiones incorporadas en las sociedades precolombinas y autóctonas contemporáneas. Este es un tema de profundo interés. Mirar hacia estas representaciones nos puede dar señales renovadas de cómo relacionarnos con la vida silvestre o... cómo ser parte de ella.

Tuve la dicha de visitar la exposición en el museo Casa del Alabado, a la que hace referencia el artículo, y terminé embelesado por la sutileza de los detalles y la estética profunda de cada una de las piezas. Y, sobre todo, me maravilló la interpretación en torno a ellas y la forma en que se gatilla la curiosidad a partir de esa experiencia. Sugiero que este tema continúe profundizándose en futuras ediciones de la revista.

Martín Bustamante
Director, Fundación Zoológica del Ecuador
Guayllabamba

 

Las nubes en la literatura

En estos tiempos hiperconectados en que todos andamos con el cuello hacia abajo y la mirada fija en las pantallas de nuestros teléfonos móviles, mirar nubes se ha vuelto un improbable accidente. Sin embargo, todos los días las nubes nos brindan un espectáculo con sus formas, movimientos y con el juego de colores que producen al amanecer o al atardecer.

No es gratuito que las nubes han inspirado a escritores y pintores. A manera de ejemplo, vale mirar las nubes pintadas por Van Gogh o las incontables evocaciones en la literatura, arte de la que soy fanática. Por eso me llamó mucho la atención el artículo fotográfico de su edición 114.

El trabajo de Marcela García es bellísimo. La “lectura” de sus fotografías, cuidadosamente seleccionadas en su revista, es fluida tal como el movimiento de las nubes. No se puede decir lo mismo de los textos que las acompañan. Nunca he sido muy partidaria de fragmentar un relato o un poema, de sacar de ellos una cita. Pero cuando “toca” hacerlo, la elección debe ser minuciosa para construir una narrativa. La combinación de estilos, épocas o géneros literarios interrumpe la lectura, como también lo hacen los textos muy recortados y los fragmentos largos. Unos textos seleccionados evocan otras cosas, excepto las nubes (el de Juan José Tabladas) o en ellos las nubes son un elemento más (“Juan sin cielo”, de Carrera Andrade). Tampoco me satisfizo que se mezclen textos en prosa con otros más científicos (como el de Howard). Quizás era suficiente con leer a un solo prosista. Para ello, el simple pero hermoso trabajo de J. W. Goethe (El juego de las nubes) hubiese bastado. Difícil elegir textos que hablen de nubes, de eso estoy convencida.

Esther P., Quito

 

 


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