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no. 114
julio agosto 2018

 

 

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Portada de la revista Ecuador Terra Incognita No. 114: Las nubes cambian de color, forma y textura sobre el mar de la Antártida. Foto: Marcela García


Portada de la edición actual de la revista Ecuador Terra Incognita

 

 

Carta del editor

Quizá por la manera concertada en que han cerrado frentes un estado soborno-extractivista (atributos cuya coexistencia no es fortuita), el capital transnacional minero y la prensa corporativa, es que no se ha destacado la significación de lo sucedido en la consulta electoral del cantón Girón. La voluntad popular privilegió la provisión milenaria e incesante de agua para decenas de comunidades, pueblos y ciudades. La opción contraria era la promesa de veinte años de bonanza crematística para unos pocos, y para tapar los huecos abiertos por la corrupción y el despilfarro de los mismos que ahora decretan que “la minería va porque va”. Esa es la disyuntiva que se juega en todos los conflictos mineros del país: por un lado, la economía descentralizada de pequeños emprendimientos agroindustriales de Íntag o de Pacto; los lúcidos esfuerzos del Pueblo Shuar Arutam por administrar con dignidad los cambios que se ciernen sobre las cordilleras del Cutucú y del Cóndor (ver ETI 84, 88 y 105); las múltiples economías posibilitadas por el agua de los páramos de Quimsacocha, versus, por otro lado, el zarpazo engullidor, totalitario y centralista de la gran minería. Girón ha inaugurado una herramienta democrática y pacífica para todas esas resistencias, por lo que el complejo estatal-minero está aterrado y ocupado viendo cómo la desactiva. Dada la relevancia del tema, hemos pedido a Daisy Masapanta que nos cuente cómo llegaron a la consulta y cómo están afrontando la reacción minera estos amigos del agua.

Jorge Carrera Andrade también lo fue, y lo proclamaba: soy “Amigo de las nubes, forastero perdido del planeta, […] Os espío por cuenta de la luna, soy agente secreto de las nubes”. Los poetas empecinados con las nubes son innumerables e ilustres. Hemos seleccionado algunos de los textos que han producido, para acompañar las fotografías de Marcela García de estos fenómenos cotidianos que le obsesionan.

Y si me permiten una mala papa, nuestro artículo final también es sobre el agua… Sobre el agua… cate, la deliciosa fruta de sal que llegó a nuestras tierras desde Centroamérica hace miles de años y ahora vuelve loco al planeta. Que disfruten de esta, su revista.


Correo

Este es un espacio de diálogo. Envía tus opiniones o noticias a ecuadorterraincognita@yahoo.com. Por espacio o claridad, las cartas pueden ser editadas.

Venezuela en Ecuador

Es difícil explicar la verdadera razón por la cual uno decide emigrar de su país. Son tantas razones y somos tantos tipos de migrantes. Están los que ya no aguantaron tanta desidia en Venezuela, pero nunca estuvieron convencidos de abandonar el país; estamos los convencidos de querer un mejor futuro, como es mi caso; y están los que no tuvieron otra opción y salieron por hambre, sin un centavo en los bolsillos. Detrás de todos nosotros quedaron aquellos que, pese a todo, siguen creyendo que se va a arreglar el país. Quedaron también las personas mayores que tienen sus casas y sus cosas, muchos que no quieren salir porque físicamente pueden hacer poco fuera de su patria.

No es fácil explicar por qué salí de mi Venezuela; fueron sin duda muchas razones, principalmente la inseguridad. Me tenía paranoico ver y escuchar tantos asesinatos (más de trescientas muertes cada mes, solo en Caracas), atracos, secuestros y tanta violencia ante los ojos cegados de un gobierno que se sostiene porfiadamente. La angustia, nunca antes sentida, de no poder acceder a la comida como toda persona que trabaja. Ese no saber si tendré para la salud, nutrición o educación de mis dos hijos; de no tener para las necesidades básicas de mi familia. Esto no pasaba en la Venezuela donde crecí. La decisión, como la de muchos, no fue fácil: ¿dejar mi zona, por mala que parezca, y empezar todo de nuevo por mis hijos?

Eso no lo entiende mucha gente en los países a donde emigramos los venezolanos. Mucha gente no entiende el dolor de dejar atrás a la familia y a los amigos, de dejarlos en un país que se hunde en la incertidumbre; de dejar la cultura en la que uno creció y vive, la gente, el clima, todo. Empezar en cualquier parte del mundo, sentir el rechazo de los vecinos nuevos, sentirse juzgados por lo que los medios cuentan, por los errores que cometen otros venezolanos, sentirse menospreciados por ser extranjeros.

Es duro volver a empezar, rehacer la vida, pero creo que vale pagar ese precio por ver mejor a mi familia, por tener cosas tan básicas como agua potable, comida, medicinas y seguridad. Me preguntan si volvería a Venezuela cuando el gobierno caiga, y yo respondo que no, aunque me duele. En veinte años el país se ha desmoronado en muchos aspectos, principalmente la integridad de muchos venezolanos. El país dejó de ser un lugar seguro para vivir. Pasarán cinco años, o quizá más, para reconstruir nuestra Venezuela.

Por ahora, nos queda dar lo mejor de nosotros afuera y aprender de esta situación para que cuando volvamos, si es que lo hacemos, regresemos con todas las ganas de reconstruir el país. Y, sobre todo, dar las gracias a los países donde vamos porque también hay muchas manos tendidas y mucha gente que nos ha recibido bien. En mi caso, volver a Ecuador, el país de donde salí cuando apenas había aprendido a caminar, me ha traído gente maravillosa que ahora son como una familia.

Christian Pule, San Rafael

 

No saben lo que hemos gozado en mi casa con la revista (nos acabamos de igualar en tres números que no teníamos, y los hemos disfrutado mucho). En especial el artículo sobre la situación del éxodo de Venezuela, ya que al ser colombiana y haber tenido que salir en los ochenta en situaciones muy malas para hacer vida aquí, me da muy duro la xenofobia y falta de hermandad que hemos mostrado en estos últimos meses. Es tan importante traer a la luz información humana y empática para generar conciencia de cómo tratar esta situación. En fin... ¡todo me encanta de la revista! Lo que me falta es encontrar sitios concretos que nos ayuden a ver más maneras de ayudar.

Marcela Restrepo, Pifo

 

 


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