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no. 113
mayo junio 2018

 

 

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Portada de la revista Ecuador Terra Incognita No. 113: La crisis de Venezuela ha expulsado cerca de 3 millones de personas que huyen de la violencia y la necesidad. Muchos pasan por Ecuador o se quedan aquí, en busca de comenzar una nueva vida. Foto: Edu León


Portada de la edición actual de la revista Ecuador Terra Incognita

 

 

Carta del editor

En semanas pasadas se anunció que se empujarían las fronteras petroleras más adentro en el parque nacional Yasuní, hacia el área conocida como Ishpingo (la “I” del otrora emblemático ITT). Necesitamos pagar el despilfarro, la corrupción y la ineptitud que sostuvimos con nuestros votos y nuestro entusiasmo durante los última década. Esa es la justificación ahora. Las crisis, como argumento, son inapelables. Las consideraciones ambientales o humanas quedan relegadas frente a las urgencias fiscales (como también quedan cuando, en su turno, la presión viene de los altos precios del crudo). Lo cierto es que la depredación y el genocidio –de los que esta ampliación es solo el más reciente capítulo– han sido los puntales de nuestro “proyecto nacional” durante, al menos, los últimos cincuenta años. El artículo de Milagros Aguirre, quien ha visto de cerca la contracara violenta del desarrollo extractivista, la que les toca a sus víctimas sacrificiales, nos recuerda la problemática imaginación geográfica –las fabricaciones, los ocultamientos, los racismos, las interpretaciones antojadizas– con que logramos sostener el honor de una patria que vive de la rapiña. Aquí quedan en evidencia los malabares discursivos, legales y cartográficos que son parte fundamental de la estrategia petrolera del país; es nuestra obligación no soslayarlos.

Como tampoco debemos dejar pasar los exabruptos xenófobos que proliferan en las calles y en los salones, entonados por la exaltada cacofonía de las redes sociales. Los prejuicios, mezquindades, olvidos e ingratitudes que están detrás del rechazo a los extranjeros que han tenido que dejar sus hogares nos degradan como personas. Como antídoto, presentamos una crónica del éxodo venezolano compuesta por las imágenes de Edu León y el texto de Soraya Constante.

Por último, en otra celebración de la diversidad e inventiva de la vida, Sebastián Padrón nos presenta a las desconocidas y rutilantes abejas de las orquídeas, que utilizan los perfumes que recogen de las flores para conquistar a sus parejas.


Correo

Este es un espacio de diálogo. Envía tus opiniones o noticias a ecuadorterraincognita@yahoo.com. Por espacio o claridad, las cartas pueden ser editadas.

Conversación restauradora

Excelente el artículo “Conservación restauradora”, de Valeria Sorgato (ETI 112). Una vez más, a través de la mejora de las prácticas de producción de sus alimentos, el ser humano tiene la oportunidad de redimirse consigo mismo, porque el planeta seguirá aquí millones de años más, no así las especies de flora y fauna que tenemos la dicha de conocer en el presente. Es un gran reto intentar renovar el bosque para quienes quieren hacerlo en sus propiedades. Nada está perdido... aún. Iniciativas como estas brindan esperanza para que las nuevas generaciones puedan conocer especies de fauna y flora que en la actualidad, si nada cambia, están en vías de extinción.

Pablo Larrea, Quito

 

La agroecología funciona en cualquier escala

Somos lectores asiduos de su revista por sus contenidos sobre biodiversidad y ambiente. Además, en la edición 112, que celebra los veinte años de la revista, nos vimos involucrados en la historia que cuenta el artículo “Una alianza entre cultivos y bosques”. Muchos de los temas desarrollados por la autora los hemos venido trabajando desde hace algunos años. Estamos identificados con la agricultura regenerativa y los bosques de alimentos. Dicho esto, nos gustaría expresar nuestro punto de vista sobre algunos puntos tratados al cerrar el artículo.

Consideramos que la restauración no requiere siempre de conocimiento académico formal o grandes extensiones de tierra, como se podría concluir de los comentarios finales. En realidad, practicarla es más una cuestión de conciencia. El tamaño de la finca no puede y no debe ser limitante para hacer un aporte a la conservación. De hecho, las unidades productivas manejadas con agroecología campesina son las más productivas en todos los sentidos y contribuyen a la regeneración y conservación de los ecosistemas. La agroecología se puede practicar en escalas todavía más pequeñas que las que nosotros manejamos, y de ello son ejemplos las fincas de otros compañeros campesinos en el noroccidente de Pichincha. El hecho de que nuestras familias estén haciendo posible un modelo agrícola regenerativo no ha sido por tener vínculos con el exterior, sino gracias a un trabajo diario, comprometido y apasionado. Hemos sido muchos ecuatorianos y ecuatorianas quienes hemos migrado a otros países y hemos creado vínculos con ellos. Muchos, por razones varias, no han regresado al país. Nosotros estamos viviendo nuestra historia aquí, aportando con nuestro granito de arena para alcanzar la tan anhelada sostenibilidad.

Que un vecino palmitocultor diga haber dejado de utilizar herbicida, como narra la autora, nos recuerda que ese tipo de acciones no deben surgir solo de las motivaciones personales; que deben ser las instituciones públicas las que actúen como veedoras en el campo para que no se sigan aplicando agrovenenos a ningún tipo de cultivos, ni de consumo humano ni de animales de granja.

Fincas agroecológicas de Mashpi

 

Bosques, cultivos y biodiversidad

Interesante el número de ecosistemas andinos (ETI 112). El artículo introductorio fue muy ilustrativo, en especial la infografía sobre la diversidad. No sabía que la diversidad de ciertos grupos de flora o fauna se incrementa hacia mayores altitudes. Siempre pensé que la mayor biodiversidad de todo estaba en las selvas bajas. Es lo que creí haber aprendido en documentales de televisión. Me hubiese gustado que en esa ilustración también se incluya una curva que indique cómo cambia la biodiversidad en áreas con mayor y menor estado de degradación. ¿Será la relación lineal que imagino, más diversidad en ecosistemas primarios y cada vez menos diversidad en zonas más degradadas? Una figura similar habría sido ideal en el artículo de bosques y cultivos. ¿Serán esos bosques comestibles auténticos refugios de biodiversidad, como dicen los protagonistas del artículo, o será solo retórica ecologista?

Elías Guzmán, Cumbayá

 

 


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