Marzo 2001
SECCIONES

inicio
archivo
suscripción
quiénes somos
índice
segmentos fijos


ÚLTIMO NÚMERO

contenido


CLUB DE
SUSCRIPTORES


suscripción
museos socios
tarjeta del club

CONTACTO

 

 

 

 

Por Jorge Anhalzer
Foto Diario El Comercio

A propósito del derrame

Lobos marinos Zalophus wollebaeki tras el derrame del Jessica, el de la derecha completamente cubierto de combustible.

Ya anuncian sin vergüenza los pescadores insulares que usarán el desastre del derrame como caballo de batalla para aumentar cuotas de pepinos y langostas, como que a excusas de un desastre ecológico lo lógico es propiciar otro. Esa misma ambición desbocada de los pepineros, aunque más disimulada, tiene cabida en la mayoría de los empresarios del turismo. La única consigna parece ser poseer cada vez más barcos, aumentar las plazas y la eslora, incrementar el número de timbradas de la caja registradora. Todo esto n importar el costo ambiental pese a que es esa misma peculiar naturaleza que destruyen, la que les da de comer. Da la triste impresión que ni pescadores ni empresarios, ya sean estos turísticos, madereros o industriales, y prácticamente nadie, está genuinamente interesado en cómo es que se van a sustentar, cuando crezcan, no solo los hijos del vecino sino los propios. Todo lleva a interpretar que el mandato, el juego, la moda, es que hay que ordeñar la vaca de la abundancia ahorita mismo, exprimirle toda, en leche y hasta en sangre, ganarle todo el dinero posible. Que silos barcos atuneros que herede el crío tendrán atún que pescar de aquí a pocos años no importa, que si nos acabamos los pepinos, las langostas, los árboles y el petróleo en esta generación qué más da, allá dizque en el ‘lejano futuro ya es problema ajeno.

Al otrora cielo diáfano cantado y alabado de la capital ya hace rato lo reemplazó una perenne capa que varía entre el gris amarillento y el amarillo grisáceo; hay un mal disimulado afán de que todo manglar se convierta en camaronera, tal parece ser que donde había concha y cangrejo hoy hay solo mancha amarilla. Los ríos cada vez con más frecuencia transportan crudo en vez de agua, las cunetas de la carretera no colectan la lluvia sino la más variada basura que se arroja por las ventanas tanto de los Mercedes como de los buses y, mientras tanto, gobernantes y gobernados vivimos engañados en que hacer patria es cantar el himno nacional solemnemente en cada acto; eso sí, sacados el sombrero y sin pestañear, aunque en seguida salgamos a destruir, mancillar o violar todo eso que justamente es la patria. Y en toda esa inmunda herencia que estamos dejando a nuestros hijos, yo colaboro cruelmente legando una variadísima colección de imágenes de lo que fue y ya no será, de lo que tuvimos pero no lo cuidamos. De lo que era también de ellos pero nos lo malgastamos todo.

Y así vivimos encubiertos en las apariencias, en un país donde en todo orden es más importante parecer que ser. También con este accidente de las Galápagos se han rasgado ya muchas vestiduras frente a las cámaras de la televisión, se han llenado las bocas grandes de palabras aparentemente contundentes pero vanas en contenido, y como con el asunto de los banqueros, bastará unos pocos meses para que todo quede enterrado en el olvido, que es el único que en verdad ha demostrado ir hasta las últimas consecuencias.


Lee el artículo completo en la edición No 11
de ECUADOR TERRA INCOGNITA

inicio - archivo - suscripción

CONTENIDO REVISTA 11

 

 

portada inicio archivo subscripción inicio portada archivo subscripción