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no. 108
julio agosto 2017

 

 

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Carta del editor

El canto de los aulladores es el sonido más sobrecogedor del bosque tropical. A la distancia, el vocerío de las tropas desafiándose la una a la otra se escucha como un huracán que se aproxima. El estruendo de un macho a poca distancia, estremece. Hace cincuenta años estos aullidos eran parte del paisaje sonoro de la Costa, reconocidos por la mayoría de la gente. Con la expansión de la agroindustria –banano, café, camarones, palma africana– a partir de los años cincuenta, más del 90% de los bosques nativos occidentales desaparecieron, y con ellos, sus habitantes silvestres. En la actualidad, como queda patente en la crónica de Irene Duch y Juliana Salcedo que publicamos, los aulladores negros aguantan confinados a los pocos parches de bosques en cerros y quebradas, y maniobran como pueden entre ellos para sobrevivir.

Las ausencias también retumban en la desaparición de otro coro: el de las risas y los juegos de los niños. En medio de este silencio lapidario persiste La Ciénega, comuna campesina en los confines de Santa Elena alejados del mar. Las sequías, la pobreza y la atracción de los resplandores de la ciudad han mermado la población de este pueblo hasta dejarla en una docena de septuagenarios. El sagaz lente de Santiago Arcos viene documentando estas soledades durante siete años, soledades punteadas por el anual retorno de los exiliados para celebrar a sus muertos. El retrato resultante es dramático e irónico a la vez.

Cuando de ironías se trata, ninguna como la de una iglesia construida por el diablo. Pasó con San Francisco de Quito, gracias a la picardía de uno de los personajes más entrañables de nuestras leyendas: Cantuña, el albañil que escondió la piedra que hubiera sellado el cumplimiento del contrato y la condena de su alma. Los efectos del tiempo –tergiversación y olvido– han ocultado al personaje histórico que dio pie al mito. Los hermanos Karolys combinan la indagación de archivos y la ilustración para revelar los matices de su vida a la siempre ávida curiosidad de nuestros lectores.


Correo

Este es un espacio de diálogo. Envía tus opiniones o noticias a ecuadorterraincognita@yahoo.com. Por espacio o claridad, las cartas pueden ser editadas.

Orquídeas

¡Por fin el tan esperado volumen especial de las orquídeas, mis flores favoritas! Desde que conocí su revista estuve anhelando que escriban solo sobre orquídeas. Parece que me escucharon, porque en cuanto supe que habría una feria enorme de orquídeas en mi ciudad, pensé en que ojalá mi revista favorita hable de mis flores preferidas. Quedé fascinada con las estrategias reproductivas de las orquídeas. ¡Qué perversas y qué irresistibles pueden ser! ¡Como una femme fatale! ¡Me encantan! Cómo superan en inteligencia no solo a los insectos que caen en sus trampas, sino también a las personas que nos enamoramos de ellas y las ayudamos a reproducirse sin darnos cuenta siquiera. Qué lástima que la revista sea pequeña porque me quedé con ganas de ver más y más orquídeas. Por suerte en la conferencia mundial de orquídeas pude ver muchas que anhelaba conocer, como las pequeñas Stellis o las increíbles Lepanthes. Solo me desilusionó no ver nuestra famosa orquídea de Guayaquil, Encyclia angustiloba. ¿Estaba? No la vi. Linda infografía, muy informativa. ¡No sé qué más decir! Gracias por la armonía y el desvarío, gracias por los engaños y las vainillas.

Raquel Rendón, Guayaquil

 

Quedé maravillado con su número especial de orquídeas. La fotografía es estupenda y los contenidos muy bien logrados. Se nota que la trabajaron con dedicación y conocimiento, aunque, supongo que por cuestión de espacio, dejaron fuera varios aspectos interesantes de estas plantas únicas, a las cuales conozco bien porque las mantengo y cuido en casa desde hace años. En mis recorridos por las carreteras rurales del noroccidente de Pichincha, donde vivo, suelo recoger orquídeas que caen al suelo o que son dejadas a su suerte cuando se tumba un árbol o se cae naturalmente. Me permito hacer dos observaciones. Primero, habría sido pertinente realizar un reportaje sobre la reserva Bombolí, una auténtica ‘fortaleza’ de conservación de orquídeas. Además, les señalo un error: en la composición de fotos de la página 23 intercambiaron los nombres de Stellis eublepharis y Masdevallia deformis.

Sigan adelante con su excelente trabajo. Nadie como ustedes para mostrarnos la magnífica biodiversidad del país.

Miguel Andrade, San Miguel de los Bancos


Humedal La Segua

Soy pasante en el humedal La Segua, en Chone, Manabí. Quería proponerles que hagan un reportaje sobre este humedal y la destrucción que está sufriendo por la expansión de las camaroneras en todo el estuario del río Chone. La Segua es el quinto humedal de mayor importancia del Ecuador, además de ser reconocido como una zona importante para la conservación mundial de las aves (sitio RAMSAR); en este lugar existen unas 177 especies de aves entre migratorias y permanentes, es hogar del caimán de anteojos de la Costa, en peligro de extinción, y es una zona donde se produce el chame, pez nativo que está desapareciendo. Dentro del humedal se realiza turismo ecológico que se ha visto seriamente afectado por la construcción de piscinas camaroneras que destruyen la flora y fauna y el paisaje. En este sitio vive María Auxiliadora Corral, una guerrera que ha crecido dentro del humedal y está luchando por su conservación. Sería de mucha ayuda si realizan un reportaje acerca de este sitio pues ni el municipio de Chone ni el consejo provincial han hecho nada ante estos problemas.

Madeleind Guamán, Chone

 

 


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