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no. 105
enero febrero 2017

 

 

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Carta del editor

Las protestas antimineras de octubre de 2009 en la Amazonía se regaron hasta Quito. Fue la última ocasión en que Carondelet acogió un diálogo con indígenas antagonistas. La explicación se infiere de su registro en el documental ¿Por qué murió Bosco Wisum?, de Julián Larrea y Tania Laurini. El presidente, oficiando frente a un retablo colonial dorado, apechuga, tenso, la irreverencia altiva del dirigente shuar Pepe Acacho (luego preso, como otros en esa mesa).

Cuando el presidente toma la palabra, ironiza una propuesta que desde su perspectiva soberbia y mesiánica los indígenas no podrían rechazar: "[Ustedes no pueden declarar su territorio libre de contaminación], yo sí lo puedo hacer; estoy dispuesto a hacerlo (…), pero de igual manera, que no nos exijan electrificación, agua potable, salud, vivienda, escuelas, carreteros, ¿porque de dónde vamos a sacar la plata, pues? Ahí está la contrapropuesta, compañeros.” No se termina de materializar la sonrisa sarcástica con que suele rematar tales desplantes, cuando se oye a otro de los dirigentes: “¡Estamos de acuerdo! Esto que conste, que nosotros estaremos de acuerdo. Súper de acuerdo, señor presidente. (…) ¡Gracias, señor presidente! Yo quiero decreto, por favor.”

La reacción presidencial que siguió revela que no son los indígenas los necesitados, sino que el estado rentista es el que necesita de los recursos del territorio shuar para aplacar su voracidad y la de los mercados mundiales a los que es funcional. Mientras las imágenes pasan a la vida cotidiana shuar, se escucha en off la imperiosa súplica con que el presidente dio término intempestivo a la reunión: “Sabemos que, de repente (sic), desde fuera del pueblo indígena pueden haber soluciones para apoyar a los indígenas. ¡No nos creamos autosuficientes!”

Es el dilema de todos los colonialismos: aunque su motor es la necesidad de recursos y mercados, su justificación es la liberación, civilización o progreso de los nativos. La autonomía local los desconcierta y los lanza al recurso de la violencia. A mediando plazo, su estrategia es crear dependencias: la depauperación cultural; el despojo de los recursos; la división de comunidades; la promoción de mercados o la imposición de tributos; la cooptación de la organización indígena (que en el caso shuar es la más antigua de la Amazonía); la creación de infraestructura, instituciones y disposiciones territoriales que enajenan a la población local, y de las que las comunidades del milenio pueden ser el ejemplo más redondo al menos desde las reformas del virrey Toledo en el siglo XVI.

Ese es el contexto de la disputa por Nankints en la que murió el policía José Luis Mejía, pero también de las muertes de Bosco Wisum, José Tendetza, Fredy Taish y otras muertes más anónimas (como la de Dallana, cuyas circunstancias narra Cristina Burneo en este número). Pretendemos, aquí, proporcionar a nuestros lectores algunos elementos para su comprensión más integral.

Correo

Este es un espacio de diálogo. Envía tus opiniones o noticias a ecuadorterraincognita@yahoo.com. Por espacio o claridad, las cartas pueden ser editadas.

Chocolate

Antes de leer el artículo de David Parra (ETI 104), ignoraba que el cacao cultivado era originario de la Amazonía. Y pensar que hasta el nombre (chocolate) es mexicano. Ignoraba también que en Ecuador se hacen tantos buenos chocolates, o que Ecuador es una “marca” de lujo en el mundo chocolatero internacional. En lo que me queda de vida no volveré a meterme una de esas barras extra dulces con arroces crocantes, rellenos líquidos y demás.

Eduardo Estrada, Santa Elena


Revista 104

Desde hace mucho tiempo quedé cautivada por la revista Ecuador Terra Incognita, que colecciono con mucho cariño porque cada edición tiene algo especial, algo que no solo me enseña sino que me lleva a recorrer, vivir y sentir cada parte del Ecuador. Muchas veces he querido escribirles, pero hay tanto que decir que no sé por dónde empezar. Hoy tengo el número 104 en mis manos. La variedad de temas es muy atractiva. En particular, me ha conmovido la historia de la comunidad de Añangu. Me hizo recorrer el río Napo y creer que estuve allí, disfrutando del paisaje y de la sabiduría de su gente. El artículo fotográfico de lagartijas me impactó por sus colores, texturas, formas, tamaños y tantos diseños en la piel; difícil imaginar que todo esto existe en la realidad. Y, por último, me deleité con los olores del chocolate que imaginariamente percibí mientras leía sobre el laborioso proceso que es necesario para que un chocolate llegue a mi paladar. Qué orgullo que en el país se hagan chocolates de tan alta calidad como los de Mashpi que he tenido la suerte de probar. Gracias Ecuador Terra Incognita por llevarme a recorrer mis propios sentidos.

Rocío Ortiz, Quito


Añangu

Leer los reportajes de Ecuador Terra Incognita es como desconectarse, aunque sea momentáneamente, de la rutina y el ajetreo diarios, para adentrarse en la calma, el silencio y la paz de la naturaleza. En particular, el artículo “En Añangu se habla despacio (y se sueña bastante)” (ETI 104) me transportó a ese lugar paradisíaco; parecía que estuve allí, en ese mismo momento, presenciando cada detalle descrito. El olor de la comida, el color de las vestimentas, la calma de sus aguas, creí sentirlo todo muy de cerca. Ojalá se pueda promocionar más, tanto dentro como fuera del país, este tipo de turismo que ofrece experiencias diferentes y nos permite conocer más profundamente nuestra tierra, las costumbres de nuestra gente y la oferta maravillosa que existe en nuestro propio entorno, difícil de encontrar en otros lugares. Espero seguir disfrutando de reportajes como este.

Paola Jurado, Sangolquí

 

 


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