Noviembre 1998
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Por Jacobo Larrea
Foto Andrés Vallejo

La conquista del Altar
continúa (3/3)

Laguna amarilla en el fondo del cráter del volcán Altar.

Lo dejamos bajo el hito, para que sea rescatado por otros que en el futuro coronen esta cumbre. Empezamos el descenso. A las 14:00 horas iniciamos un primer descenso por rappel —descenso con cuerdas— desde el borde de la pared hasta el filo de la caldera, unos 30 metros. Encabezando el grupo se encuentran los amigos del Sadday. Nelson es el último y el encargado de recuperar la cuerda para continuar. Dos rappeles más hasta la canaleta de nieve. Las dificultades empiezan cuando las cuerdas se traban y se hace difícil recuperarlas. Son las 17:00 horas. El tiempo apremia y nos apresuramos a descender por el glaciar “colgante” hacia la arista del calvario. Nuestro grupo prepara el equipo para los dos últimos rappeles, cuando de pronto sucede lo inesperado. Víctor Astudillo, uno de los amigos del Sadday que descendía primero, cae al vacío. La estaca de nieve donde se había hecho el seguro se suelta. Fernando Viteri, su compañero, grita desesperadamente pidiendo ayuda. En ese momento nos encontrábamos tras una cornisa de nieve, por lo que no pudimos ver lo que sucedía. Al escuchar los gritos, pedimos a Fernando que llegara hasta el lugar donde nos encontrábamos para enfrentar juntos la situación. La desesperación de todos por ayudar a Víctor nos hacía actuar con nerviosismo.

Francisco Rojas llama inmediatamente por la radio al “campamento italiano” para notificar el percance. Apelando a la calma, preparamos un seguro en una roca, utilizando un cordino y un par de mosquetones de seguridad unimos las cuerdas más largas para realizar un solo descenso de rappel hasta el glaciar.
A las 19:00 horas el primero en bajar es Francisco. Todos arriba angustiados, esperábamos impacientes alguna noticia. Se hacía tarde y nos preparamos para pasar la noche en ese lugar, a la intemperie. El cansancio y el desánimo se apoderan de todos cuando nos confirman por radio la muerte de Víctor. La caída fue mortal. Una hora más tarde recibimos la señal para descender. Primero Fernando, luego Carlos, Jens, Nelson y finalmente yo. Las cuerdas estaban congeladas, lo que hacía muy difícil el descenso. Con enorme esfuerzo logramos bajar por la inmensa pared de roca y hielo.

Al ver su cuerpo, aún en el glaciar, envuelto en plástico y amarrado con la cuerda que había caído, siento un estremecimiento. El resto de compañeros no lo ve o aparenta no hacerlo. Sin comentarios, seguimos nuestro camino.

Alcanzamos el campamento cerca de la una de la mañana. Nos sentimos completamente destrozados, deshidratados, sin ánimo de hablar, Erik, muy preocupado las 2:30 de la mañana. Dos amigos del Sadday nos despiertan e informan que en ese momento bajan para dar parte de lo ocurrido a las autoridades, y piden hacernos cargo de la situación, ya que el resto de su grupo está constituido por novatos.

A la mañana siguiente nos disponemos a rescatar el cuerpo que había permanecido la noche en el glaciar. Otros andinistas nos ayudan a llevarlo hasta donde nos esperan las mulas, para luego transportarlo en nuestro jeep hasta Riobamba, donde lo entregamos a las autoridades.

Triste y grato recuerdo de humanismo, colaboración y entrega nació entre todos aquellos excursionistas que estuvimos en el Altar ese día. Por supuesto, la nostalgia de nuestro amigo Victor, con quien festejamos y saboreamos la gloria de coronar la cima del Obispo, la cumbre más “técnica” y difícil del Ecuador. Gracias flaco por haber estado allí. Hasta siempre compañero de aventuras.


 

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