Aunque es común confundirla con una lombriz o un gusano, se trata de un anfibio, prima de los sapos y las salamandras. Vive bajo la tierra, pero también es posible encontrarla entre la hojarasca. Su nombre viene del latín caecum, que significa “ciego”. En realidad, se sabe que sus pequeños ojos, que están cubiertos por una membrana para protegerlos bajo tierra, pueden distinguir cambios de luz.
Su cuerpo, que está compuesto por anillos negros y blancos, no posee cola y puede llegar a medir hasta 40 centímetros. Los tentáculos que posee en su cabeza funcionan como órganos sensoriales. Con ellos, percibe diferencias químicas y de concentraciones iónicas en el suelo, lo que le permite orientarse. Así busca su alimento, que consiste de insectos, lombrices y otros invertebrados.
Tiene un curioso comportamiento reproductivo. Después de que los huevos son depositados en el suelo y eclosionan, las crías, entre ocho y seis, se alimentan de la piel de su madre, rica en grasas y proteínas, hasta los dos meses cuando pueden alimentarse por sí solas. Después de este tiempo, la madre vuelve a producir una nueva piel donde acumulará nutrientes para su próxima camada.
Para defenderse, su piel excreta sustancias de olores desagradables que disuaden a sus posible depredadores. Estas secreciones también poseen antibióticos para protegerla de bacterias y hongos. Como gran parte de la vida silvestre, este raro animal se ve afectado por la pérdida de su hábitat.