N° 49 septiembre - octubre de 2007
 
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Por Julio Pazos B.
Ilustración: Esteban Garcés

Mazato

Mazato fue un bollo envuelto con hojas y su finalidad era la de conservar los alimentos. Con todos los cambios que han modificado a los quichuas que viven entre el río Napo y el río Pastaza, no se sabe si practican la elaboración del mazato. Según Joaquín de Avendaño, el primer diplomático español que presentó cartas credenciales en Quito, después de la Independencia, el mazato resultaba de mezclar yuca machacada con “rajas de plátano verde tostado”, alguna carne de caza y guisos picantes.

El diplomático español no se trasladó al Oriente y la información que reprodujo la tomó de un ecuatoriano que preparaba un viaje a Archidona, éste sí conocía esa región y a sus habitantes. De hecho, Avendaño confundió el mazato con el mayto, envuelto que se hacía con maíz molido.

La yuca del mazato se so-metía a un largo proceso de preparación: primero se la descortezaba y luego se la molía. Esta masa, introducida en una funda de fibra, se la desaguaba en el río para liberarla de cierta sustancia perjudicial. Luego se la masticaba para predisponerla a la fermentación. El producto se lo secaba al sol y se lo distribuía en bollos de diferente tamaño. El mazato disuelto en agua se convertía en bebida tonificante.

Cuando los hombres salían a cazar llevaban consigo el mazato, porque esos desplazamientos duraban muchos días. Con solo po-seer un mate y llenarlo con agua de lluvia ya se podía disolver el mazato. El retorno de las largas jornadas en la selva se celebraba con euforia. Toda la comunidad levantaba grandes hogueras en las que asaban las carnes de la caza. En el rescoldo soasaban camotes, plátanos y otras raíces.

Cuando Avendaño llegó al Ecuador, gobernaba el general Francisco Robles y poco o nada se conocía de la inmensidad del Oriente, que en ese entonces era una sola provincia. Los misioneros habían cristianizado a los quichuas, pero los denominados colonos habían introducido el aguardiente de caña. Avendaño, mediante la información indirecta que recibió, describió en su libro de viajes, las indumentarias de los indios que de tarde en tarde llegaban a Quito. Se los reclutaba con el fin de utilizarlos como cargadores de mercancías. Como la paga era misérrima y el hambre acosaba, a pesar de la embriaguez ellos nunca se desprendían de los bollos de mazato, alimento que disuelto en agua les devolvía sus fuerzas. Las mercancías que se llevaban de Quito eran telas, espejos, cuchillos, cintas, aguardiente en botijas o botellas y no se las vendían, se las cambiaban con el oro en polvo que los indios recogían en los ríos.

 

 


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