Contrastan
los grandes edificios de hierro, cemento y
cristal que se han ido levantando a lo largo
de la costa, con las casas de madera de los
pescadores. Estas últimas son apenas
un conjunto de postes, un entramado de caña
guadúa y una cubierta de hojas de zinc.
Estas casas se mantienen al margen de los
elegantes centros turísticos y cuando
se las observa se tiene la impresión
de que se irán con los vientos o que
el mar se las tragará. Pero en estas
casas de las costas de Esmeraldas, Manabí
y Guayas se han instalado ventas de cerveza,
pescados fritos, cebiches y bolones. Los serranos
que pasean por las playas se meten en estas
covachas y consumen los alimentos del mar.
Allí descansan robustas señoras
de pieles blanquísimas, hombres con
piernas del color de las panzas de las lagartijas,
niños que por el sol semejan ajíes:
todos se entregan a la labor de la protección
y se echan cremas, lociones y hasta el humilde
aceite de coco.
Existen cuatro clases de bolones: de queso,
de chicharrón, los majados y los molidos.
Los mejores son los majados de chicharrón
o de queso. Aquí diremos el procedimiento
para obtener los mejores. Es imprescindible
contar con verdes pintones –en este
caso es de capital importancia vagar por los
mercados y luego de muchas consultas aprender
a reconocer los verdes pintones– Se
pelan los verdes. Se los reduce a pequeños
pedazos y se los sancocha en abundante aceite
caliente. Cuando el verde ha adquirido un
color amarillo claro se lo retira de la sartén
y se lo maja con la ayuda de una taza –esta
operación debe ejecutarse en el acto
porque si se deja enfriar el trabajo podría
resultar titánico– La masa no
debe quedar homogénea. Se añaden
entonces un poquitín de sal y el queso
de crema desmenuzado –o en su lugar
el chicharrón–
Se forman bolas medianas y se las fríe.
Se las escurre y luego acomodan sobre papel
absorbente o sobre servilletas. Los bolones
se acompañan con café negro,
la preparación de esta bebida no tiene
canon y puede resultar un fracaso. No se diga
más.
Recomiendan los habitantes de esas regiones
que los bolones son adecuados para el desayuno
y para las cinco de la tarde, sin embargo,
no desentonan después de una cena frugal.
Hemos visto que se ofrecen bolones en restaurantes
de comida rápida de las ciudades, pero
no es una experiencia recomendable. Sacados
de su ámbito natural los bolones se
convierten en masas aburridas. Se aconseja
elaborar bolones en casa, desde luego con
paciencia, con serenidad de espíritu
y con el recuerdo de las luces del océano,
al atardecer, cuando el sol tiene el color
de la sandía y las olas dejan sus espumas
tristes en la playa.
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