N° 19 - septiembre de 2002
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Por Julio Pazos B.
Ilustración: Pancho Cordovez

Puerco Hornado


Que el consumo de puerco horneado es una práctica que vino de España, es indiscutible. Mas en estas tierras se dice hornado y ni siquiera con el antecedente obligatorio de puerco, sencillamente se dice “Vamos a comer hornado” y las vendedoras dicen “Vengan al hornado”. Como puede comprobarse en el Ecuador, los cerdos castellanos, de piel negra y pelo hirsuto, fueron acogidos con gran entusiasmo y tanto que la actitud generó enemigos. Primero se dijo que la carne de cerdo era inconosa, luego que era rica en colesterol y por fin que traía cierto parásito, esto último era verdad, pero no por culpa del cerdo sino por las antihigiénicas costumbres de los habitantes. La fama del parásito se extendió a las lechugas y a las frutillas.

No hay ciudad, pueblo, cacerío, encrucijada del Ecuador que no ofrezca hornado. Como se dice, desde el Carchi al Macará pasando por Ibarra, Sangolquí, Riobamba, Guamote, Azogues, la gente consume hornado. De preferencia en la Sierra, por el frío. El hornado del mercado de La Merced, en Riobamba, es una institución. Los cerdos se exhiben enteros. Conforme avanza el día, se alinean sus cabezas sonrientes. Les acomodan ajíes frescos entre los dientes, de modo que sus sonrisas se hacen carcajadas. Como todas las cosas se parecen a los seres humanos, también estas cabezas recuerdan a las adormecidas cabezas de los integrantes de cierto cuerpo colegiado que disfruta de los dineros de los contribuyentes y que, de vez en cuando, irrumpen con violentos improperios. En esos momentos se borra el recuerdo de las plácidas cabezas hornadas y se pasa a terroríficas visiones.

El hornado de Riobamba se acompaña con chiriucho, palabra quichua que significa ají frío. Agua, sal, cebolla, trozos de ají, algo de panela o de chicha componen esta salsa. Quizá el contraste resalte el sabor de las lonchas de blanca carne. De paso, se debe señalar que la edad del cerdo determina la calidad del hornado. No se piense que estos hornados tienen que ver con los cochinillos de Segovia. Los del Ecuador son cerdos jóvenes y de poca manteca.

Las amas de casa y los caballeros tratan los precios de piernas o brazos de los fabulosos cerdos hornados, porque no es plato para comer en soledad. O se come con la familia o entre la multitud, delante de las robustas vendedoras que siempre lucen largos zarcillos de rubíes y perlas.



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